Por las calles de mi pueblo

Quilanga, 12 de octubre 2023

En mi natal Quilanga, cantón del sur de la provincia de Loja, el más pequeño en su extensión y el de menor población, según el censo 2022, apenas nos aproximamos a los tres mil novecientos habitantes. Pueblo productor del café de altura, exquisito en su aroma y sabor por la variedad de microclimas, por ser casi el punto final de la cordillera de los andes está rodeado de planicies y elevaciones, su cálido clima, su exótica naturaleza, sus ríos y cascadas de cristalinas aguas que bañan barrios y parroquias llenan de fantasía, misterio y encuentro este pedacito de cielo.

Aquí nací, aquí viví mi niñez, aquí regresé, sigo creciendo y aquí quiero tener la dicha de morir. La infancia y la niñez de la escuela de los setenta la vivimos y correteamos en las calles llenas de piedra y tierra, sin luz y con una llave de agua segura en las esquinas principales, sí, así transcurrieron los días, hasta que poco a poco fueron transformándose y hasta deshabitándose por la constante migración interna y externa que nos ha golpeado en distintos momentos de la historia parroquial y cantonal.

En la calle, en el corre corre de los distintos juegos tradicionales infantiles, opacados hoy por la tecnología, éramos felices, era nuestro espacio de socialización de la inocente niñez y la picardía juvenil; el juego, los cuentos y leyendas, las reuniones para las boditas nos alegraban y animaban la cotidianidad de la vida

La calle y el corredor de la casa eran, también, un espacio para desarrollar las tareas escolares. El aprendizaje se desarrollaba entre cuadernos viejos, de borrador y de materia que debían durar hasta fin de año, los esferos azul, rojo, negro, un lápiz y una caja de pinturas, junto al libro clásico “Escolar Ecuatoriano” integraban la lista de útiles que se guardaba en una cartera de tela y tirantes confeccionada por las costureras del pueblo.

Con el sol de la media tarde muchos se concentraban para el típico indor futbol, una pelota de trapos envueltos en una media, muchas veces fue suficiente, al caer la tarde todos se sentaban en un círculo para reírse y revisar las jugadas, carcajadas iban y venían y los retos para un nuevo día no faltaban.

Cada espacio, cada lugar, cada calle están grabados de huellas sociales y de imaginarios de pertenencia e identidad comunitaria, por los pasos que la transitaron, antes que por la sociedad que hoy la habitan, pues, en el intento de paso de pueblo a ciudad de parroquia a cantón, ha permitido que la calle esté más relacionada con la función de hacer circular personas, vehículos, mercancías, días, noches e historias, sin un tiempo para detenerse.

Las calles de mi cantón han marcado el ritmo de mis movimientos, me han dado identidad, pertenencia y han definido el destino de mis pasos, gracias a ellas, por su vocación de ayudarme a circular en múltiples direcciones y topografías, he aprendido a generar y a tejer historias de lucha constante y de sueños por cumplir.

Por las calles de mi tierra circulan con libertad y con alegría la niñez, la juventud, los adultos mayores, por ello queremos aprender a superar las diferencias de los tiempos históricos, entre generaciones, entre iguales y distintos interactuemos para volver a hacer de nuestras calles y corredores lugares de escucha, de rostros familiares y desconocidos, de voces y de sonidos que nos hablan de una vida en movimiento. Adornemos e iluminemos cada uno de nuestros espacios, hagamos que con nuestra memoria la calidad de vida sea el paragua que nos cobija.