El lenguaje y la información electronal en el mundo de las no-cosas

Galo Guerrero-Jiménez

El poder del lenguaje en todas las comunidades hablantes y alfabetizadas siempre va en consonancia con el nivel de formación que se tenga al respecto. Los ojos, el oído, el olfato y el cuerpo humano en todo su conjunto biológico, intelectual, espiritual, físico, emocional, inter e intrasubjetivo entran en armonía para responsabilizarnos de lo que decimos al hablar, al escribir, al escuchar y al gestualizar física y emocionalmente con nuestra corporalidad.

Y con el uso de la tecnología electronal y digitalizada, el comportamiento del lenguaje humano asume nuevas y diversas dimensiones comunicativas, a veces muy complejas pero con la responsabilidad axiológica de actuar con solvencia; en otros casos, el descuido y la falta de una adecuada formación lingüística y tecnológica, nos llevan a actuar y a percibir esa comunicación electronal como si se tratase de una escribalidad vacua, superficial, en la “que los mensajes aparecen fundamentalmente como fácticos, inexpresivos e inapelativos” (Biondi Shaw y Zapata Saldaña, 2019), con lo cual, la desnaturalización de las cosas, es decir, del orden terreno no aparece en su concepción real, verdadera, presente y actuante.

Como dice Byung-Chul Han, vivimos en el mundo de las no-cosas, puesto que, “es la información, no las cosas, las que determinan el mundo en que vivimos. Ya no habitamos la tierra y el cielo, sino Google Earth y la nube. El mundo se torna cada vez más intangible, nublado y espectral. Nada es sólido y tangible” (2022).

Y como el lenguaje es el que nos mantiene interactivos, bien desde la presencialidad y desde la arremetida de la tecnología, no podemos descuidar lo substancial de nuestra convivencia humana  a través de la alcurnia de lo que implica la palabra fonética, la escritura, la lectura o desde la gestualidad, para que, en efecto, se conviertan en el “fundamento del conocimiento y fuente de información, [puesto que] es un don que conviene propagar para que la Tierra se convierta en un edén solidario. Gente de buena voluntad, culta y compasiva, (…) que se [debe preocupar] por extender el beneficio de las letras a aquellos que no pudieran gozar de ellas” (Rodríguez, 2023); y qué mejor, aprovechando todos los beneficios que, bien utilizada, sí nos proporciona la tecnología altamente digitalizada y electronalizada, cuando se la utiliza estética, metacognitiva, metalingüística y axiológicamente.

Desde este orden, “El hecho de que sea el lenguaje el alimento básico de la educación significa que la estructura interior de eso que ha de llamarse personalidad es, en el fondo, el resultado de un diálogo, el resto de una memoria, interpretada por las palabras con las que hemos engarzado los sucesos de nuestra vida. No hay, pues, educación si no se configura como lenguaje y no se realiza como diálogo. Este es el principio fundamental que construye el entramado de la mente y que determina los puntos sobre los que se levanta el comportamiento de nuestra voluntad” (Lledó, 2022), y en orden a cualesquiera de los medios tecnológicos empleados.

De ahí que, para intervenir en el tráfago de nuestro diario convivir con la más viva emocionalidad y con el grado de nuestra inteligencia en el trato directo con las personas, o desde los medios tecnológicos de la alfabetización, de la imprenta, de la televisión, de la radio y desde todas las tecnologías en general que ahora han marcado un régimen de la información apabullante, inconmensurable y digitalizado desde el más alto engranaje que la ciencia y la técnica han logrado desarrollar para generar comportamientos tan diversos como el de la inteligencia artificial, el de la escribalidad y, en esencia, el de la digitalización que, como asegura Byung-Chul Han:

“Los medios digitales ponen fin a la era del hombre-masa. El habitante del mundo digitalizado ya no es ese ‘nadie’. Más bien es alguien con un perfil, mientras que en la era de las masas solo los delincuentes tenían un perfil. El régimen de la información se apodera de los individuos mediante la elaboración de perfiles de comportamiento” (2022) con intenciones diversas.

En este orden, “los medios digitales hacen posible el dominio de la información. Las ondas, los medios electrónicos de masas, pierden importancia. Lo decisivo para obtener el poder es ahora la posesión de la información” (Han, 2022) en desmedro, lamentablemente, del conocimiento y de la sabiduría, que se evaporiza y desaparece en la mente del internauta adicto.