Pobreza lacerante

Efrén Sarango P.

Desprovisto de ropaje
flacuchento y siempre chiro,
por la calle va Eliomiro
soportando los ultrajes.
No ha comido en muchos días
a lo sumo una empanada;
su mirada desgastada
le borró las alegrías.

Va detrás de algún trabajo,
calle arriba, calle abajo,
extenuado y en la espera
de un camello donde sea.
Al final de su camino
derrotado y muy “caliente”
se dedica al aguardiente
en la tienda del vecino.

Tiene ganas de patearle
a la suerte su trasero,
maldecirla y arrancarle
sus talegas de dinero.
Sus hijitos desnutridos
se revuelcan en el piso.
muy hambrientos, enfermizos,
sin futuro definido.

Lo que gana, de repente,
no le alcanza ni siquiera
para darles, pobremente,
una cama sin estera.
Da tristeza ver las ollas
sobre un viejo reverbero,
un atado de cebollas
y unos huesos lastimeros.

Al igual que al susodicho,
a muchísimos paisanos,
la miseria, absurdo bicho,
los ató de pies y manos.
Se entroniza la indigencia
en un pueblo petrolero
que reclama con urgencia
más trabajo, más dinero.

Por la calle va Eliomiro
maldiciendo al gobernante
por su forma espeluzanante
de robarnos los suspiros.
Sin trabajo y con familia
es muy tétrico el futuro,
es reptil trepando el muro
es abyecta maravilla.