Los últimos acontecimientos acaecidos en nuestra patria, constituyen expresiones de aquello que todos sentimos, pero que nunca hemos podido expresar a viva voz, acaso por deficiencia de las palabras para traducir la angustia y el trance de creación, características del nacimiento de las ideas. Lo cierto es que nunca antes en la historia de nuestro país las mujeres, hombres y aun los niños, han sido actores y testigos de la exigencia de cambios profundos en lo político, económico y educativo en beneficio de la mayoría del pueblo ecuatoriano. La Globalización, los problemas económicos, financieros, políticos, sociales y educativos, el desgobierno nacional, las oligarquías y los politiqueros de siempre impuesto por el imperio, significan una camisa de fuerza, que no permite precisamente el desarrollo social ansiado por todos los ecuatorianos en especial de quienes habitamos en la región sur de Ecuador.
Ante esta realidad todas las instituciones públicas de nuestra colectividad están subyugadas a la crisis secular que nos oprime; en ellas la Universidad Ecuatoriana y por ende a nuestra Universidad Nacional de Loja, la Mayor Institución de Educación del Sur del País, que ha graduado a los profesionales de las diferentes carreras a las mujeres y hombres de letras y de la comunicación que posee Loja y el sur de la patria, cuna de hombres y mujeres eminentes, como otro Prometeo que con su fuego interior que trae en sus pupilas, el fuego de amor y la grandeza, del ideal y el ansia de conquistar el infinito, como prédica de superioridad que los humanos podrían alcanzar si pudieran incendiar el alma y trasformar las chispas en estrellas.
A pesar de la crisis, la siempre noble Universidad Nacional de Loja, está de pie saludando a la esperanza con su producción intelectual, académica, cultural, para constituirse en un ser vivo y vital para la región sur del país, para determinar los alcances cuantitativos y cualitativos de la producción universitaria, que se trasluce en un trabajo tesonero, sostenido y no por ello escarnecido, desde su fundación a la fecha, 161 años de servicio en la formación del nuevo profesional del sur del país, ha logrado mantener un equilibrio, orden y paz en el campus universitario. No es la paz de los sepulcros, afanosamente se investiga los fenómenos de la naturaleza los problemas del hombre del sur de nuestra patria se discuten soluciones, se vincula con la comunidad, con otros centros de estudios superiores del continente y del país, para lograr un frente a la avalancha del mundo en ciernes. Esta tarea, históricamente, no es obra de iniciados geniales, en si una responsabilidad colectiva que responde a un proyecto colectivo.
Por ello nuestro saludo y admiración a la siempre noble Universidad Nacional de Loja, al cumplir su Centésimo Sexagésimo Primer Aniversario, a sus autoridades, profesores, administrativos, estudiantes y trabajadores, a todos sus miembros que están simbióticamente adheridos a la totalidad social en busca de la excelencia, para responder como siempre lo ha hecho, al reto que la historia le impone en la creación y construcción de nuevas y mejores realidades.
Consideramos que la celebración de un aniversario más de la Mayor Institución de Educación Superior del sur del país, como es la siempre Noble Universidad Nacional de Loja, debe constituir fiesta no solo de los universitarios, sino de todos los lojanos. Permítasenos evocar la metáfora en torno a la educación de W. Cunnighan, escritor británico: “Iba un hombre caminando por el desierto cuando oyó una voz que le dijo. “Levanta algunos guijarros, mételos en tu bolsillo y mañana te sentirás a la vez triste y contento”. Aquel hombre obedeció. Se inclinó, recogió un puñado de guijarros y se los metió en el bolsillo. A la mañana siguiente, vio que los guijarros habían convertido en diamantes, rubíes y esmeraldas. Y se sitió feliz y triste. Feliz por haber cogido guijarros, triste por no haber cogido más. Lo mismo ocurre con la educación. Por ello reiteramos nuestro saludo y admiración a la siempre noble Universidad Nacional de Loja. Así sea.