Hablar de mujeres

Hablar de mujeres no es tarea sencilla, es explorar terrenos llenos de un misterio mágico que nos va envolviendo poco a poco. Sabemos que estamos presos, pero nos encanta nuestra prisión, hablar de mujeres es sentirse invadido por una sensación infinita de ternura y admiración, por su lucha y sus conquistas a todo nivel. Ahora las vemos por todas partes, desempeñando cargos de alta responsabilidad y haciéndolo con pulcritud, pero sobre todo con mucha solvencia.

Sin embargo, prevalecen en esta sociedad del siglo 21, prejuicios realmente absurdos, que desgraciadamente los seguimos arrastrando por generaciones. Pese a existir leyes que las amparan, estas solo se quedan en un mero enunciado, que solo se imprime en el papel y nada más. Pero ellas no conocen ni aceptan en su diccionario la palabra rendirse, siguen dándonos lecciones gigantes de dignidad, junto a una tenacidad ejemplar, continúan demostrándonos sus ganas de cambiar su realidad de discrimen y sumisión, para tornarla en dignidad y colaboración con los grandes objetivos de la humanidad, arrimando el hombro, junto a su complemento, el hombre, para construir los dos, el mundo soñado para su descendencia.

Reitero, hablar de mujeres no es cosa simple, pues hay que hablar de un ser que por generaciones ha tenido que jugar con la cancha inclinada en su contra y aún ahora sigue desplegando su mejor esfuerzo, librando su mejor batalla para nivelarla cada día un poco más, para ello, ha debido derribar muros mentales, levantados incluso en el seno de sus propios hogares, e impuestos en muchos casos por otras mujeres. Por eso para mí, tratar de plasmar en letras, lo que pienso de ellas, es una misión harto complicada, pero a la vez maravillosa y celestial. Porque por mi mente se cruzan inevitablemente el recuerdo de adorables mujeres que marcaron mi vida, en diferentes etapas de la misma, con huellas indelebles y claridad de sol.

Mi profundo respeto a las mujeres, que cada día nos dan ejemplo de trabajo por forjar una sociedad libre de taras que no permiten su evolución, sin caer en polarizaciones que solo nos dividen sin lograr meta alguna. Mi admiración a las damas, que jamás dependieron de ningún hombre para realizarse como seres humanos dignos y valiosos, también para quienes desde la academia aportan fecundamente a nuestra sociedad. Y como no mencionar a las mujeres humildes, que diariamente desarrollan labores que a veces son mal vistas por un conglomerado indolente y egoísta que no valora en su real dimensión todo lo que ellas contribuyen a nuestro bienestar, a la mujer pobladora de la ruralidad de la patria, sin la que nuestra mesa se vería desprovista de alimentos.

Se me quedan un millón de cosas por decir, ya ven que les dije, hablar de mujeres es una tarea nada sencilla siempre uno se queda con algo más que decir. Pero junto al agua son lo mejor de este mundo ¿Verdad?