Aquella campaña presidencial

Efraín Borrero E.

El país se aprestaba para elegir presidente de la república en el proceso eleccionario del 5 de junio de 1956. Un poco más de ochocientos mil ciudadanos debían acudir a las urnas.  Cuatro fueron los candidatos: Raúl Clemente Huerta Rendón, Camilo Ponce Enríquez, Carlos Guevara Moreno y José Ricardo Chiriboga Villagómez. Pocos y de primer nivel. Actualmente la oferta fue de dieciséis, como en botica.

Uno de los cuarteles operativos más importantes de la campaña del doctor Raúl Clemente Huerta en la ciudad de Loja fue el domicilio de la ilustre dama, doña Zoila Rosa Vélez Ledesma, casada con el doctor Serafín Alberto Larriva Bustamante. Mujer extraordinaria que dejó honda huella en nuestra sociedad. Emprendedora y de armas tomar. Con profundo sentimiento de lojanidad y espíritu solidario entregó girones de su vida a una labor social encomiable desde la presidencia del Comité de Damas de la Cruz Roja Provincial y en la  fundación del Banco de Sangre de Loja.

Con energía y vigor  hacía ostensible sus convicciones liberales y su admiración y respaldo a un hombre impoluto e incorrupto como fue el doctor Raúl Clemente Huerta, aquel ‘Viejo Gallo de Pelea’ que se distinguió por sus intachables valores morales, y que con su oratoria trepidante y discurso elocuente emocionaba a la gente.

Zoilita Rosa trabajó incansablemente por esa causa, diría de sol a sol. Sus huestes conformaron un batallón de entusiastas seguidores que diariamente colmaban esa sede de campaña. Mi padre, ancestralmente de tendencia liberal y cuya relación de amistad con la familia Larriva Vélez era entrañable, también se adhirió emocionadamente. Por él pude vivir algunos momentos de esa intensa actividad, a pesar de mi corta edad.

Fue una campaña marcada por el respeto y la forma creativa y alegre de conducirla. Recuerdo los dos jingles que se elaboraron para difundirlos a nivel nacional, cuyas canciones lograron una marca de identidad; la una: “Raúl Clemente Huerta el hombre popular, irá a la presidencia por nuestra voluntad”; y, la otra, una adaptación de “La niña preguntona”: “Decime papaíto que nos hará Camilo”.

Camilo Ponce Enríquez, auspiciado por la alianza Movimiento Social Cristiano, que  constituyó pocos años atrás; Partido Conservador Ecuatoriano y Acción Revolucionaria Nacionalista Ecuatoriana, fue el potencial contendor de Raúl Clemente Huerta, cuya candidatura  surgió del denominado Frente Democrático, una coalición del Partido Liberal Radical y Partido Socialista. Velasco Ibarra, en ejercicio de su tercer mandato presidencial lo apoyó frontalmente. Fue entonces cuando pronunció su lapidaria frase ‘O el frente me tritura o yo trituro al Frente’.

Llegado el momento de la elección, Camilo Ponce Enríquez triunfó con una diferencia mínima de tres mil votos, que según se afirmaba insistentemente aparecieron milagrosamente en la provincia de Loja y que ágilmente fueron transmitidos a través del sistema Morse (telegramas) al Órgano rector.

La reacción nacional por el “fraude perpetrado” no se hizo esperar, pero en medio de la indignación en ningún momento se produjeron actos de violencia. Raúl Clemente Huerta era incapaz de mentalizarlos.

Años más tarde los dos intentaron captar la presidencia de la república. Camilo Ponce Enríquez aspiró un segundo período el 2 de junio de 1968, enfrentando a José María Velasco Ibarra y a Andrés F. Córdova, entre otros.

Para este proceso electoral  la Constitución estableció que la presentación de las candidaturas no era con binomio presidencial, por lo que la correspondiente para vicepresidente se lo hacía en papeleta separada. Entonces ocurrió lo inesperado: Velasco Ibarra triunfó para la presidencia, que fue su quinto mandato,  y su  “acompañante” a la vicepresidencia, Víctor Hugo Sicouret Pazmiño, perdió ante su acérrimo adversario, Jorge Zabala Baquerizo, el más prestigioso penalista ecuatoriano de los últimos tiempos y eminente catedrático universitario. Es decir, dos rivales políticos tuvieron que compartir el poder.

Como consecuencia de este  insólito hecho político,  Velasco Ibarra no le paró bola a Zabala Baquerizo y lo marginó de las reuniones de Gabinete y de la toma de decisiones. Ni siquiera le dio oficina, no obstante la amenaza de colocar un escritorio en la Plaza de la Independencia, con un cartel de “Vicepresidente del Ecuador”. En esas circunstancias Velasco Ibarra pronunció su célebre frase: “Los vicepresidentes son conspiradores a sueldo”.

La norma constitucional, que determinaba como única función para el Vicepresidente reemplazar al Presidente “en caso necesario”, contribuyó a ese estado caótico.      

De su parte, Raúl Clemente Huerta intentó una nueva oportunidad en el proceso electoral del 16 de julio de 1978, en fórmula con nuestro distinguido y recordado paisano, doctor Arcenio Vivanco Neira. Allí midió fuerzas con Jaime Roldós Aguilera, que finalmente dio batatazo; Sixto Durán Ballén, Rodrigo Borja Cevallos, Abdón Calderón y René Mauge.

Cuando en el periplo de esa campaña presidencial, el doctor Raúl Clemente Huerta y su binomio visitaron un pueblo de la costa, me uní a Enrique Vivanco y al “Loco” Bolívar, que estaban en la comitiva. Una multitud escuchaba el brillante discurso del candidato. A corta distancia un pequeño grupo contrario gritaba: Roldó, Roldó, el pueblo está con tú. 

¡Tiempos aquellos!

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