El Rey Salomón (965-928 a.C.) es un personaje de quien se cuenta muchos relatos en donde se encuentran muchas cualidades que adornan su historia, además se le reconocen muchos valores humanos y sabiduría, por la cual se hizo famoso, fama que sobrepasó su tiempo, todo esto posterior a sobrevivir a múltiples excesos lo que le permitió identificar la banalidad de la vida libertina que solo un necio puede empeñarse en seguirla como forma de vida, como él mismo lo dijo.
Salomón después de una vida con excesos, con riquezas, posesiones abundantes, disponibilidad de recursos ilimitados, poder sobre otras personas, poder de decisión del curso de la historia de acuerdo a su forma de pensar, incursión en todas las artes con los mejores exponentes, lo más avanzado de las ciencias para su tiempo, libertades carnales y alcanzar todo lo que el mundo le pudo haber ofrecido, entendió, que todo esto pueden hacer que un ser humano común llegue a envanecerse a tal punto que pueda perder la perspectiva de lo que es en realidad importante y significativo.
La sabiduría obtenida después de muchos tropiezos es muy valiosa, nos debe hacer reflexionar acerca de lo vivido y proyectarnos a alcanzar una mejor versión de nosotros mismos para no regresar al mundo de lo banal, fatuo, inicuo, absurdo, incoherente, que nos puede hacer desviar del principal objetivo que es, la felicidad real, todo ser humano está en capacidad de conseguir alcanzando la paz interior tan anhelada por todos.
Pero ¿cómo identificó Salomón, el ser humano terrenal denominado como el más sabio, acerca de lo que en realidad es el envanecerse por un logro alcanzado? Salomón lo identifica como Vanidad. La vanidad que puede ir en crecimiento constante en el curso de la vida de los seres humanos comunes, que les hacen creer a ellos mismos, que son mejores que otras personas cuando en realidad están cayendo en el juego de la Vanidad de Vanidades, que como lo había dicho antes cambia la perspectiva de lo realmente importante, ya lo dice en (Eclesiastés 1: 11)”No hay memoria de lo que precedió, ni tampoco de lo que sucederá habrá memoria en los que serán después” porque podemos pensar que seremos inmortales a través de las obras en este mundo material, pero no es así. Aunque suene duro somos reemplazables, como lo diría una sabia mujer de trabajo esforzado en uno de los hospitales en donde trabajé “somos aves de paso, fungibles”. Queda claro, sin embargo, reemplazables en lo laboral, pero como personas somos únicos e irrepetibles. Las acciones buenas o el trabajo bien hecho deben quedar únicamente en la memoria de quien lo hizo.
Cada persona debe rescatar lo vivido, trabajado, compartido y disfrutado de una tarea bien hecha, que nos debe solo hacer mejores personas en comparación con nosotros mismos, es decir, hacer de nosotros una mejor versión, debemos abstenernos de impresionar a otros, sino hacerlo con nosotros mismo.
¿Quién recuerda haber disfrutado del producto de su trabajo, con el mayor gozo? ¿Existe mejor satisfacción que esa? Es claro, que cada uno conoce a profundidad lo que realmente hizo en el ejercicio de su labor, aunque nadie haya estado presente para ser testigo de lo ejecutado. Salomón hace alusión a este bienestar que el hombre puede conseguir cuando come producto de su esforzado trabajo que alegra su alma, lo que lo identifica como un don, que solo puede venir de Dios.
Entonces aferrémonos a la sabiduría, ciencia y gozo que solo el Divino Creador nos puede dar para hacer una mejor versión de nosotros mismos y así formar una sociedad producto de la suma de muchos individuos con la conciencia de ser mejores seres humanos que aportarán con elementos positivos para que todos desarrollen sus verdaderas potencialidades y construir un verdadero espacio de crecimiento individual y colectivo.