Ética y función pública

En estos momentos aciagos para nuestra patria, en que, las páginas y titulares de los medios de comunicación convencionales y modernos nos bombardean con noticias de una espeluznante corrupción en todos los niveles público y privado, parece todo estar podrido y la desesperanza cunde en los ciudadanos-as que luchan por salir adelante y enfrentan la crisis con valor.

En esta náusea de la vida, la credibilidad y confianza en lo público se desvanece, lo privado, envuelto también en corruptelas disimula y mira indiferente los acontecimientos con lo que logra protegerse y entrar a buen recaudo, pues, mientras sus intereses crezcan por su lado no pasa y procuran convivencia con la esfera pública.

Como queriendo encontrar la luz al final del túnel, los gobernantes proclaman desterrar la corrupción “venga de donde venga” y resulta que del discurso a la acción, a parte de distancia, hay misterio que envuelve sobornos, cohechos, lavado de activos,paraísos fiscales, defraudación tributaria que queda en la impunidad por falta de justicia y sobre todo de coherencia ética, ya que, el funcionario público sea de elección popular o de carrera debe ser el espejo de la pulcritud, de la honradez, de la transparencia y está llamado a servir y ser un administrador fiel de los bienes tangibles o intangibles que nos pertenecen a todos.

En medio de esta podredumbre, la ética debe ser la luz en esta lucha entre el bien y el mal y las costumbres y normas deben conducirnos a valorar el comportamiento de forma individual y colectiva. Aristóteles, el gran filósofo de la antigüedad sostiene: “hay que situar a la razón, la virtud y la prudencia por encima de las pasiones”, así, procuraremos la justicia, la paz y la práctica gubernamental coherente entre lo que piensa, hace, y vive.

Si la ética es la luz, el gobernante público y el administrador de los bienes privados deben aplicar políticas públicas y privadas favorables a eliminar de una vez la corrupción en todas las esferas y así garantizar un modelo de vida de crecimiento y desarrollo integral de los seres humanos en donde los derechos y responsabilidades comunes a todos construyan la vida.

La ética sustenta los principios y la ley, por ello la normativa legal debe ser aplicada con rigor en donde castigue a quienes violentan la ley y premie a quienes la practican. El premio o el castigo, no deben ser el motor de una vida ética, sino breves impulsadores que nos conducen a la toma de conciencia y desde nuestro rol en la sociedad construyamos transparencia que tiene que ver con la clarividencia de la ley, la norma y las conductas encaminadas a buscar el bien común de todos, amparados en principios y valores comunes a fin de fortalecer la economía, la sociedad y la política.

El compromiso ético, como lo sostiene (McWilliams y Nahavandi, 2006) “es como una fuente de ideas para mejorar la sensibilidad ética de los integrantes de la organización y fortalecer el ethos institucional y que mejor en la esfera pública en la que, los gobernantes y líderes están llamados a hacerla vida en la palabra y en la acción.