Las cosas que se quedan

En la vida hay cosas que se quedan grabadas en la memoria personal y colectiva de los pueblos, pueden ser pequeños detalles de los que se nutre el alma, o también están las ofensas que nos conducen a almacenar rencores en nuestro ser. En fin, son un cúmulo de vivencias y circunstancias que perduran a través del tiempo y la distancia.

Si es verdad que habrá un juicio final seguramente Dios nos interrogará sobre la cantidad de amor que hayamos sido capaces de prodigar a nuestros semejantes, muchos estaremos con la maleta vacía pues nunca nos hemos empeñado en dar, ni experimentar, el maravilloso sentimiento del amor. Otros en cambio, irán con la valija llena de cosas positivas, ya que fueron generosos con su prójimo y les otorgaron todo lo que tenían por compartir, esto es respeto, aprecio, solidaridad, y todo esto sin esperar nada a cambio, estoy seguro, de que, si tuviéramos la buena voluntad de cambiar el mundo, empezando por el pequeño o gran circulo que nos rodea, daríamos un paso importantísimo para transformar nuestra realidad y la de los demás. Para ello, no es necesario ser millonario, basta con cosas simples y sencillas, bastaría con escuchar más, y hablar menos. La paz y el aprendizaje que se puede hallar en el silencio, es inmensa.

La boca, junto a la facultad de hablar de la que gozamos, a menudo la usamos muy mal, la empleamos para calumniar, criticar, ofender. ¿Se imaginan todos los dones recibidos del buen Dios utilizados de forma sabia? Edificaríamos, nos convertiríamos en constructores de la sociedad justa y equitativa que en el fondo todos queremos. Pero lamentablemente sucede todo lo contrario, confundimos el camino tomamos el mal rumbo, nos vamos por el de la confrontación, el revanchismo, la pelea, el insulto más ofensivo que seamos capaces de decir, tratamos de hacer daño a toda costa, solo por satisfacer nuestro ego.

Resulta difícil de creer, que los humanos sigamos cometiendo los mismos errores de hace muchos siglos, intentando incansablemente y con las peores armas a nuestro alcance, hacer daño a los otros, en beneficio propio. Armas como, la mentira, la intriga, la deslealtad, y un etc., interminable, desechando a voluntad, el perdón, la tolerancia, todos los sentimientos de justicia y bondad, los hemos echado al tacho de la basura, sin tener la más leve intención de recuperarlos. Porque incomodan nuestro acostumbrado vivir diario, porque tememos que nos tomen por giles.

La antipatía por algo, o por alguien, nos convierte en ciegos totales frente a las cualidades o virtudes que puedan tener, ese algo, o ese alguien. Deberíamos aprender a valorar lo que tenemos aquí y ahora, en base a esos seres y cosas, intentar con todas las fuerzas ser felices, y claro, hacer felices a los que comparten nuestro día a día, con la diafanidad y simplicidad, de sentimientos y detalles que brotan espontáneamente del alma, es asombroso lo que puede lograr una sonrisa, un gesto de cortesía, una palabra de aliento. Y no hablo de logros materiales, sino de las cosas que enriquecen por dentro, que son las cosas que se quedan tanto en ti, como en los demás