Los propósitos cumplidos

Numa P. Maldonado A.

 Todo lo que hemos hecho o logrado responde a un propósito cumplido. De igual manera, lo que hoy estamos ejecutando, con menor o mayor eficacia, y lo que proyectamos realizar en el futuro. Muchos,  al iniciar un Nuevo Año, esbozamos renovados propósitos o ampliamos o mejoramos aquellos que están en marcha. Y mientras ocurre este necesario acto de  “auto rendición de cuentas”, hacemos un ejercicio no sólo de autocrítica sino de reflexión que, si está bien orientado, nos permite avanzar… Y, de paso, escudriñar también, de acuerdo a nuestras posibilidades de abarcar y ver los espacios y los hechos que se dan en ellos, lo que ha ocurrido en nuestra provincia, el país, la región y el mundo, tratando de vislumbrar lo que podría suceder en el período que se inicia. De manera que esa visión, asertiva o herrada, guarde concordancia con nuestra proyección individual o familiar de propósitos. De todos modos, si ocurre lo último, es posible rectificar lo planificado dadas las características de flexibilidad que tiene todo buen Plan de Acción.  Nos ahorraríamos de hacer toda esta trama de actividades si incumplimos tácitamente los propósitos, prefiriendo no salir de nuestro “cómodo” estado  de confort… En otras palabras: somos lo que hacemos.      

Sin embargo, ¿cómo deberíamos proceder cuando hemos decidido conseguir algo? Algo que realmente valga la pena, no solo para beneficio propio o de nuestros más allegados sino con loables fines colectivos o sociales; algo que nos permita disfrutar de aceptable salud y bienestar no solo el Año que se inicia sino el futuro,  que es donde, parafraseando a Mark Twain, pasaremos el resto de la vida. Algo importante y enmarcado en las posibilidades reales de nuestra capacidad de realización, ni tan grande ni tan abstracto, algo que pueda cumplirse satisfactoriamente en un tiempo y espacio bien definido, algo en lo que podamos centrar toda nuestra atención y, con ella, toda nuestra energía positiva y nos permita disfrutar de muchos momentos de felicidad y paz.

La clave es diseñar una estrategia propia, acorde con nuestras posibilidades de gestión e integrada por objetivos acompañados de cronogramas de actividades factibles de ejecutar en el tiempo previsto, En otras palabras, regirnos por un sensato plan de acción que, al tiempo que permite cumplir lo programado, también nos ofrezca la satisfacción de realizarlo aprendiendo cosas nuevas con nuevas amistadas.  Una estrategia que no se desvíe del propósito principal (en este caso nuestra misión)  sino que, mejor, contribuya a fortalecerla. Dicho en otra forma: la clave fundamental para alcanzar los propósitos depende de cómo construimos y formulamos los objetivos que, tomados como un componente vital de la existencia,  no son otra cosa que esa importante “cola de la estrella que guía nuestra vida”, y por consiguiente, nos integran a ella impidiendo extravíos.

La vida es un misterio y su danza armónica y al parecer eterna,  aterriza momentáneamente en cada ser vivo, con un mensaje que debemos descifrar. Una buena forma de sintonizar con la vida es danzar con ella, mediante la melodía de nuestros propósitos: ser activistas de pequeñas acciones concretas para ayudar a los desfavorecidos, informar a los que no saben, alegrar a los desconsolados, entregar semillas que alimenten los frutos de las generaciones que habiten un mundo mejor…