Numa P. Maldonado A.
Hace 530 años, precisamente el 12 de octubre de 1492, el navegante genovés Cristóbal Colón, auspiciado económicamente por los reyes de España, Fernando e Isabel la Católica, arribó a la isla San Salvador del archipiélago de las Bahamas, en el océano Atlántico. Y allí, en un singular y extraño acto, en nombre de sus regios auspiciantes y ante el asombro de los bondadosos aborígenes que casualmente encontraron, tomó posesión de las nuevas tierras “descubiertas”, sin más. A esta hazaña y acto se recordó y se celebró por mucho tiempo como “Descubrimiento de América o del Nuevo Mundo”. Desde luego, la adjetivación propuesta de “descubrimiento” es errónea, seguramente por desconocimiento histórico o por una simple pretensión geopolítica: en el 992 se conoce que los vikingos, desplazándose por Groenlandia, toparon temporalmente las costas norteamericanas y, algo más contundente, hace unos 18.000 años tuvo lugar una gesta mayor: el paso de un grupo de curiosos e intrépidos Homus sapiens desde Europa a América, para quedarse para siempre. Son los que poblaron nuestro continente, los verdaderos descubridores de América, aquellos que en un viaje lento y de difícil adaptación fueron poblando de norte a sur, desde Groenlandia a Tierra de Fuego, el Nuevo Mundo. Este hombre temprano arribó al actual territorio de Ecuador hace unos 12.000 años, y en Loja se instaló por largo tiempo (siquiera por un milenio y medio) en el actual territorio del cantón Saraguro: ha sido identificado bajo la denominación de Cultura Cubilán.
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