El baúl de los recuerdos…. Lojanos dejaron “el último rincón”

Efraín Borrero E.

Uno de los fenómenos naturales más fuertes y severos que afrontó la provincia de Loja, especialmente en la zona de frontera, fue la implacable sequía que asoló los campos en la década del 60 e inicios del 70.

Las quebradas clamaban por agua y en los ríos la disminución del caudal fue notorio. La producción agrícola fue presa fácil de las inclementes condiciones climáticas. Algunos hacendados arrearon centenas de cabezas de ganado a través de largos trechos en procura de encontrar algún pastizal, otros prefirieron vender sus lánguidas reses a lo que les paguen. Las pérdidas económicas fueron desastrosas.

La gente temía, incluso, que ese fenómeno estuviera produciendo una transición del territorio fronterizo hacia el desierto costero del Norte del Perú.

Frente a tan adversa y dramática situación muchos campesinos y agricultores, junto con sus familias, se lanzaron a la aventura de buscar un mejor futuro en otros lares del país. Sabían que donde fuesen a vender su fuerza de trabajo o a desbrozar la inhóspita selva tenían que enfrentarse a nuevas realidades. Claro que estaban prevalidos del coraje lojano para salir adelante. Algunos propietarios de tierras literalmente las abandonaron.

Unos y otros lojanos pusieron su mirada en Santo Domingo de los Colorados, que así se llamaba en aquel tiempo, cuyas tierras altamente productivas garantizaban la prosperidad de los intrépidos colonizadores. Para entonces ya se había construido la nueva carretera que unía Alóag con Santo Domingo, un asentamiento que acogió a ecuatorianos de todas las provincias convirtiéndose en poco tiempo en una ciudad dinámica y cosmopolita.  

La intención, de manera especial, era procurar una porción de terreno baldío para convertirlo en finca productiva. Cuando llegaron al sitio se dieron cuenta que el asunto era más duro de lo que esperaban. Enfrentar la temeridad de la selva era una acción valerosa, como cuenta Jimmy Brown, un “gringo” nacido en Columbus, Ohio, que dejando las oportunidades de la recuperación de los Estados Unidos luego de la Segunda Guerra Mundial, optó por venir a ese territorio “ubicado al otro lado de un túnel del tiempo” y hacer de la selva de Santo Domingo su heredad y querencia.

Jimmy Brown se casó con María Olivia Hidalgo Gutiérrez en cuyo matrimonio procrearon varios hijos, uno de los cuales es el Ing. Steve Brown Hidalgo quien fue destacado gerente de la industria azucarera MALCA por 19 años.   

Fue tal la cantidad de campesinos y agricultores lojanos que llegaron a Santo Domingo que la más grande organización agropecuaria del país, el Consorcio de Cooperativas, Colonias y Comunas Agrícolas de la Región, creada en 1964, tuvo como integrantes, en su mayoría, a inmigrantes que provenían de Loja.

También se asentaron en la Concordia, La Unión y El Carmen, en el noroccidente, contribuyendo con su esfuerzo al desarrollo de esas localidades. Este proceso migratorio determinó que cerca de 180 mil personas, aproximadamente, hayan abandonado la provincia de Loja.

Otra opción fue el nororiente ecuatoriano, al otro extremo, ya que por esa década del 60 se desató el boom petrolero en la Amazonía ecuatoriana. Las posibilidades de trabajo y la prestación de servicios para la compañía Texaco y sus contratistas eran varias, pero a la par estaba la posibilidad de colonizar tierras baldías en la parte norte de la extensa provincia del Napo, que años más tarde cedió territorio para la creación de Sucumbíos.

El gran suscitador para que algunas familias lojanas decidieran abrir horizontes de prosperidad en esas tierras lejanas fue el coterráneo Jorge Añazco Castillo, quien conocía como la palma de la mano el sector ya que desde la guerra del 41 estuvo por allí en calidad de soldado, y porque había viajado con mucha regularidad por varios rincones amazónicos haciendo comercio. También fue secretario de la tenencia política en La Bonita.

Cuando el 19 de abril de 1967 se inició la extracción petrolera en el pozo llamado “Lago Agrio 1”, operado por el Consorcio Texaco, Jorge Añazco se dio cuenta que en el sitio adyacente existían tierras baldías. Con alto espíritu solidario pensó en la gente lojana afectada por la cruel sequía para crear allí un pueblo. No hizo caso de la errónea afirmación del expresidente Galo Plaza Lasso quien dijo que “el Oriente es un mito”; al contrario, se llenó de optimismo.

Viajó a Santo Domingo y El Carmen para contactarse con lojanos. Elaboró un proyecto para tomar posesión de esas tierras y creó una cooperativa agrícola a la cual denominó “Nueva Loja”, nombre que se constituyó en el germen de la ciudad que posteriormente se fundó, el 26 de diciembre de 1969.

También vino a Loja y organizó a 200 familias, especialmente de Quilanga y Fundochamba, a las que transportó al oriente en vuelos concedidos por la FAE.

Jorge Añazco Castillo fue uno de los gestores del proceso de provincialización de Sucumbíos, ​ convirtiéndose en 1989 en su primer prefecto. ​ También fue asambleísta constituyente en 1997. Un busto en su honor se levanta en la ciudad de Nueva Loja.

Además de la sequía, otros factores como la secuela del conflicto territorial con nuestro vecino del sur, la falta de fuentes de trabajo y de oportunidades productivas, y el aislamiento al que secularmente nos han sometido los poderes centrales, determinaron que, a lo largo del tiempo, miles de lojanos emigren del “último rincón”, provocando un deterioro a su crecimiento poblacional. Las cifras difundidas por el Instituto Nacional de Estadística y Censos confirman este aserto.

El primer censo de población realizado en 1950 estableció que la provincia de Loja tenía 216.802 habitantes, mientras que, en el 2010, año del último censo, había alcanzado 448.966 habitantes. Haciendo una comparación con otras provincias, en los mismos años, se puede evidenciar, a manera de ejemplo, que en sesenta años el crecimiento poblacional de la provincia de Loja ha sido muy inferior al 25.25% de la provincia de El Oro; al 36.96% del Azuay; y, al 42.30% de Los Ríos. 

El ilustre escritor, Alejandro Carrión Aguirre, intervino en la sesión solemne de la Asociación de Lojanos Residentes en Quito, el 18 de noviembre de 1979, y expresó con honda sensibilidad palabras que han perdurado en el sentimiento de los lojanos; dijo: “Nosotros hemos nacido en una tierra hermosa, rica y singular, a la que el destino ha condenado a una dura existencia, cuyo signo principal ha sido el olvido, el abandono y la distancia. Patria llena de olvidos y distancias, el Ecuador dejó a Loja vivir sola consigo mismo y, al no extenderle su mano grande, le dijo que solamente su esfuerzo debía valerle (…) Sin los recursos que debían producir su desarrollo, la tierra lojana fue una casa abierta, y sus hijos se lanzaron desde ella a una diáspora constante, extendiéndose por todos los rincones de la patria y aun yéndose por los incontables caminos del mundo.”