Dupleta de amigos entre lo verbal y lo escrito

Galo Guerrero-Jiménez

Elegir a buenos amigos es tan básico en la vida para cimentar nuestra relación de encuentro con lo excelso, con lo noble, porque así se puede marcar un camino adecuado de fortaleza, de gozo y de buena energía para realizarse con la mayor plenitud que nuestra condición humana lo permita dentro del conglomerado social en el cual adquirimos nuestra cultura y educación antropo-ética; y esos buenos amigos no solo que están constituidos por las más cercanas amistades, la familia y los docentes que con su decir verbal contribuyen al desarrollo de nuestra realización personal; sino también por otro tipo de amigos que están marcados con la palabra escrita; estos son amigos supremos se si los logra detectar a tiempo o en el trascurso de la vida estudiantil o profesional, es decir, día tras día, tal como lo hacemos con los amigos de la palabra verbalizada; pues, esta dupleta de amigos entre lo verbal y lo escrito, por supuesto que contribuyen a sanear intelectual, emocional y espiritualmente nuestro trajinar por la vida.

Pues, en el primer caso de la verbalización, “muchas políticas sobre la paternidad, por ejemplo, se inspiran en estudios que ven una correlación entre la conducta de los padres y la de los hijos. Los padres cariñosos tienen unos hijos seguros de sí mismos; los padres responsables (ni demasiado permisivos ni demasiado severos) tienen hijos bien educados; los padres que hablan con sus hijos tienen unos hijos que dominan mejor el lenguaje” (Pinker, 2021a); y, en el segundo caso de la escritura, las grandes ideas de racionalidad, de sentimientos, de emociones, de ciencia, de arte, de humanismo, de filosofía, de literatura… que a lo largo de los siglos, los escritores han plasmado su pensamiento en libros, opúsculos, revistas, periódicos, artículos y en las redes electrónico-sociales para que los lectores reflexionemos sobre nuestra condición humana, siempre y cuando nos demos cuenta que “leer bien y comprender un libro no es reductible a dar las respuestas previsibles que esperan y alimentan los examinadores [es decir, los profesores, e incluso los padres de familia]. Por lo demás, la mayor parte de los libros son plurivalentes y plurisignificativos, es decir, no contienen una única posibilidad de interpretación ni una única Verdad Absoluta” (Argüelles, 2014).

Situación que, si no es debidamente canalizada por los mediadores de lectura, y por el mismo lector que, cuando recién empieza a ser lector, muchas de las veces se aleja de los textos escritos porque no logra entablar una amistad que le sea familiar, amena, divertida, para que sea amigo de estas ideas escritas en un texto determinado que siempre porta una infinidad de enunciados que están listos para que cada lector sepa conscientemente “que lo que caracteriza un sistema semiótico es su interpretabilidad, no su monoplanaridad” (Eco, 2016), como aún sucede, lamentablemente, en una gran porción de la educación formal, que no ha logrado leer para ser amigo del texto, de manera que sea posible un diálogo ameno, de interrogantes, de inquietudes, de interpretaciones, de inferencias, de conclusiones, de hipótesis, en cuya esencia radique, con el tiempo, “un lector competente que, cuando elige un libro [o cualquier otro tipo de texto], no se deja llevar por la publicidad o la información no contrastada; un lector que -antes de su elección- se interesa por el autor y el título, que mira la cubierta y lee el texto de la contracubierta, que busca el tema de que trata, que hojea el índice, incluso lee la primera página, porque es consciente de que un buen inicio puede “enganchar” a su lectura a los buenos lectores (en la historia de la literatura hay maestros de los inicios, como Cervantes, Pérez Galdós, García Márquez o Vargas Llosa); un lector que lee habitualmente, que tiene sus propios gustos y opiniones” (Cerrillo, 2016).

En este sentido, cuando ya aparece un lector competente, no solo en el plano de la literatura, sino en la temática que sea de su agrado: ciencia, humanismo, etc., pues, la dupleta se completa porque la amistad con el texto lo lleva a compartir sus experiencias lectoras con otras personas.