Fernando Oñate-Valdivieso
La fidelidad es la actitud de aquel que es fiel, constante y comprometido con respecto a los sentimientos, ideas u obligaciones que asume. Es una característica de quien es leal, en quien se puede confiar y creer, porque es honesto y respetable. ¿Conoce a alguien con esas características? En estos tiempos la infidelidad es moneda corriente: pocos cumplen su palabra en los negocios, la infidelidad matrimonial es muy frecuente, rompiéndose los lazos sagrados del matrimonio con muchísima facilidad; incluso los aspirantes a dirigir el destino de un país llenan los oídos de los electores con promesas que rara vez cumplen. Ante este panorama, es comprensible que lleguemos a dudar de las personas y no confiemos fácilmente.
Nuestro día a día, nos presenta circunstancias en las que necesitamos confiar, pero ¿si los seres humanos no son fieles, en quién podríamos confiar? Moisés conocía la respuesta y enseñaba al pueblo de Israel: “Conoce, pues, que el Señor tu Dios es Dios, Él es un Dios fiel, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos, hasta mil generaciones” (Deuteronomio 7). La fidelidad es un atributo del Señor y como decía el apóstol Pablo “Si fuéremos infieles, Él permanece fiel; Él no puede negarse a sí mismo” (2 Timoteo 2). Por esto, nuestra confianza debe estar puesta en Él.
“Por la misericordia del Señor no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad” (Lamentaciones 3) y es esa misericordia que se renueva cada mañana y su fidelidad inmutable la que lleva al Señor a perdonarnos ya que “Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad” (1 Juan 1), nos ayuda a resistir la tentación pues “no nos ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no nos dejará ser tentados más de lo que podemos resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podamos soportar” (1 Corintios 10) y si colocamos ante Él nuestras cargas, descansaremos “y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará nuestros corazones y nuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4).
En ocasiones la fidelidad de Dios puede pasar desapercibida para nosotros, pero cuando el Señor nos dice “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia” (Isaías 41), podemos estar confiados pues “fiel es el que hizo la promesa” (Hebreos 10).