Discurso por motivo de celebrar el cumpleaños del  abuelito Rosalino Enrique Espinosa González

Patricio Jiménez Espinosa,

Teniente Coronel

Mientras buscaba encontrar las palabras adecuadas para esta intervención me fui dando cuenta que no sería tan difícil como había previsto hilvanar y parafrasear hurgando en recuerdos las frases que permitan expresar el gran aprecio, cariño y especial respeto que nos inspira don Rosalino Enrique Espinosa González.

Es el quinto hijo de Roberto y Dorinda; y, sobre quien se posaría la responsabilidad de sacar adelante a su familia a muy corta edad, de enfrentar las limitaciones de la vida haciendo del trabajo una vocación única que luego en la línea de tiempo se trasladaría en hechos a ser parte de su mejor hábito de vida y que lo acompañaría como hasta hoy, por siempre.

Buen esposo. Casado desde muy joven con mamita Chavela. Tuvo que abandonar la milicia a la que tantas veces se refirió como el cuartel, para generar los recursos necesarios en bien de sus hijos, he ahí entonces donde radica la esencia de estas palabras y lo memorable de este evento de recordación familiar, aquel joven, en unión de su esposa, le ofrecería a la sociedad lojana 8 promesas de vida, fruto del amor y de sus sueños para verlos crecer grandes y dignos de llevar sus apellidos Espinosa-Fernández:

Rosita María

Luis Orlando …nuestro recordado Víctor.

Vicente Napoleón

Luis Enrique

Julio Roberto

Manuel Eduardo

Jorge Iván

Fredy Vinicio

Con cada uno de sus hijos llevó a cabo la tarea más sagrada: la de formarlos en valores, cultivando en ellos los principios del trabajo, honestidad y sacrificio para alcanzar los más grandes y puros ideales … Pues, quien de los hijos de don Rosalino Espinosa no recuerda las veces que su padre tuvo que salir a la provincia cargado de barretas, palas, lampas, frenos de caballo, pesas romanas, y otras artesanías que eran el producto de su arte, el arte de la fragua, del yunque, del martillo, pero por sobre todo del brazo fuerte que adormecido en el sube y baja del golpe constante y permanente hacían del hierro candente al rojo vivo la alquimia de ver un fierro bruto y desgastado transformarse en una valiosa herramienta de trabajo.

Como entonces no olvidar las historias del abuelito Rosalino que se enorgullecía contando que su trabajo profesional siempre fue bien apreciado por propios y extraños en sus recorridos a las ferias provinciales de lo cual siempre tuvo la decencia de cobrar un precio justo, apropiado y sin exageraciones ya que de eso dependía alimentar a toda la familia, porque esa siempre fue su prioridad y su mejor carta de presentación.

Me faltan palabras para detallar las múltiples etapas del trabajo tesonero y de cada recuerdo que acompaña la historia de un hombre tan ilustre, que lo ha dado todo por nosotros.

Esta es pues entonces la verdad de un notable personaje que en un siglo de vida ha grabado con letras doradas su nombre para las presentes y futuras generaciones.

¿Qué sería de nosotros los Espinosa?… Los que ahora llevamos su apellido y su herencia genética si no habríamos tenido la entereza de hacer honor a ese derecho.

¿Qué sería de nosotros formados con ese mismo tesón de la fragua, del hierro y del martillo?… Si no hubiéramos tenido la misma formación que nos ha llevado a todos sus hijos y nietos a ser profesionales y para quienes aún no lo son estar preparados para cumplir el reto sagrado de salir siempre adelante.

Todo lo ha hecho Rosalino y en su palabra hemos confiado porque así nos lo ha inculcado … “un hombre vale más por su palabra que por un papel escrito” …, ese siempre será el mejor y más célebre contrato.

En todo lo que ha emprendido, todo lo ha conseguido; muestra de ello son sus hijos que han sido el ramal robusto —de buen roble— que permitió extender la familia en nietos, bisnietos y tataranietos con la misma dicha y responsabilidad de ser también en el futuro la mejor versión de sus abuelos.

Cuando digo en todo lo que ha emprendido todo le ha salido bien, no puedo dejar de nombrar lo sagaz de sus proyectos, hombre de extraordinaria inteligencia, vitalidad y excepcional motivación se convirtió en ganadero, agricultor, canaricultor, tallador, inventor (hago especial deferencia a su “alcanzacosas”), mecánico, carpintero, pero por sobre todo un excelente ser humano que con su sonrisa agradable y su sangre liviana se ha ganado la simpatía de todos quienes hemos tenido la dicha de estar a su lado.

Hoy es un día de mucha felicidad y podremos disfrutar en familia de los 100 años de “papá” como le dicen todos sus hijos, del abuelito Rosalino como le decimos con cariño sus nietos, de don Rosalinito como le dicen sus nueras y amistades. En la alegría de verlo sonreír estará plasmada la alegría del formidable trabajo a lo largo de su vida. Disfrutemos de cada instante a la sombra del buen roble, hombre de buena madera y con quien nos sentimos muy agradecidos por habernos dado la oportunidad de reunirnos en su nombre, como una familia unida, para celebrar su cumpleaños número 100.

¡Feliz cumpleaños, abuelito Rosalino!