La construcción de nuestro propio personaje

Galo Guerrero-Jiménez

Quizá una de las razones por las cuales el ser humano hace presencia efectiva ante el mundo, está en su credibilidad; cuando esta circunstancia está bien arraigada en cada persona, su neuropsicología está apta para el desarrollo de su concepción antropo-ética y, por ende, para la manifestación cognitiva y estética desde una adecuada mirada lingüística que es la que lo idéntifica ante la otredad, como un ser pensante y actuante, listo y preparado para aportar al desarrollo socio-cultural, desde el adecuamiento de su inteligencia intelectual, intra e intersubjetivamente; esto, en razón de que, como sostiene Mariano Sigman, “el desarrollo comienza en la superficie con la experiencia sensorial y, después, con el desarrollo del lenguaje adquiere los matices que explican las vetas más profundas y sofisticadas del pensamiento humano: el amor, la religión, la moral, la amistad, la democracia” (2022b) y la voluntad para actuar dentro del plano de lo que implica responder ante el mundo desde la más plena conciencia libertaria.

Por supuesto que, para alcanzar un grado de credibilidad, el más adecuado posible, obedece a un proceso que se enmarca en el historial de convivencia de cada individuo; en este orden, el grado de crecimiento que se va adquiriendo paulatinamente, a veces aparece turbulento. Por ejemplo, “los adolescentes son impulsivos y sensibles debido a una explosión hormonal; se rebelan y se oponen a todo porque quieren ser difíciles y diferentes” (Jersen, 2019), lo cual en esa etapa es normal que así sea, porque lo que están es buscando la manera de adecuarse a su realidad. Por eso, en esa búsqueda de identidad y de credibilidad, “veremos que el cerebro ya está preparado para el lenguaje mucho antes de empezar a hablar, que el bilingüismo [cuando hay oportunidad para el desarrollo de una segunda lengua] ayuda a pensar y a que formemos nociones de lo bueno, lo justo, la cooperación y la competencia que luego hacen mella en nuestra manera de relacionarnos. Estas intuiciones del pensamiento dejan trazas duraderas en nuestra manera de razonar y decidir” (Sigman, 2022b), hasta que, poco a poco, vamos logrando un grado de reflexividad adecuado para actuar coherentemente ante la sociedad, y así, vamos construyendo en la vida, y ante ella, nuestro propio personaje.

Si este personaje se encarna en la realidad desde la más plena credibilidad de su actuar ante el mundo, es porque el camino recorrido se ha enmarcado en llegar a tener un grado de conciencia mental que ha sido y es alimentado desde varias fuentes, entre ellas la fluidez de su lenguaje, que es la que adquiere un significado altamente trascendente para que pueda responder ante problemas complejos o sencillos que en el actuar de la cotidianidad los encontramos para saber enfrentarlos fenomenológicamente con coherencia y raciocinio.

De ahí que, la alimentación mental que recibimos para fortalecer el grado de credibilidad a través del desarrollo de nuestro pensamiento, está enmarcada en la clase de aprendizaje que recibimos en la familia y en la educación escolarizada. Por ello, es necesario “hacer de la escuela un ámbito propicio para la lectura [porque] es abrir para todos las puertas de los mundos posibles, es inaugurar un camino que todos puedan recorrer para llegar a ser ciudadanos de la cultura escrita” (Lerner, 2014) y, por ende, de la credibilidad más sentida; de lo contrario, “la mirada parcial y distorsionada hace que a veces nos sea difícil distinguir lo verdadero de lo falso, algo que hoy se ha vuelto moneda corriente en las fake news. Pero esa miopía no es exclusiva de los mundos lejanos y desconocidos. Es más bien un rasgo idiosincrático de nuestra cognición: la mentira se funde con la verdad y, en esa mezcla —las noticias falsas sobre nosotros mismos—, vamos construyendo nuestro propio personaje” (Sigman, 2022a).