En busca de la paz     

P. Milko René Torres Ordóñez

La Sagrada Escritura acoge la voz de los profetas, portadores de buenas noticias, testigos de Dios en el mundo. Un profeta es un hombre escogido entre los hombres con la finalidad de anunciar y denunciar, muchas veces con su vida, lo que ayuda a construir un mundo mejor.

Como tal, su presencia es imprescindible. Han existido y nunca dejarán de lanzar un mensaje que nos desinstala. Zacarías forma parte de una escuela profética que anima a su pueblo a releer su historia, a fortalecer su deseo de restauración, después de una de las etapas más críticas, el exilio: “¡Salta de gozo, Sion; alégrate Jerusalén! Mira que viene tu rey, justo y triunfador…”. Prepara la llegada del Príncipe de la paz. Para nosotros es Jesucristo. Él, trae la paz, en su corazón y en sus labios. No existen muros que la detengan.  El eco profético del anciano Simeón presenta la realidad de una bandera discutida. Por Él muchos caerán y se levantarán. Juan Bautista aparece, después de varios años de silencio profético, como la voz que clama en el desierto. Anuncia al Cordero que quita el pecado del mundo. Desde ese momento, la visión de la historia de la salvación alcanza el mayor grado de plenitud. Jesucristo anuncia un reino de paz, distinta a la que la vive el mundo. San Pablo, enamorado de Cristo, proclama en sus viajes apostólicos la riqueza de una vida nueva en el Espíritu: “Ustedes no están en la carne, sino en el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios habita en ustedes…”. Estamos llamados a despojarnos de una armadura oxidada y a revestirnos con el vestido de un hombre nuevo. Nos encontramos con la clave del Evangelio de este domingo. Nos preguntamos: ¿Quién es el Dios de Jesús? El responde de una manera contundente: “Padre, Señor del cielo y de la tierra…”. Si todavía existiese alguna duda, Jesús profundiza: “Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar…”. Gracias Padre. La utopía de una paz sin violencia se hará realidad con nuestra voluntad para estar en comunión. El Buen Pastor hace una cordial invitación: “Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados y yo los aliviaré…Aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón. Encontrarán descanso para sus almas…”. Un testamento abierto de amor y de cercanía, eterno y único. Los estudiosos afirman que se trata de un reto a todos los lectores y oyentes a estar en las manos de quien sabemos que nos ama. Una lección de humildad que tiene un carácter universal. El Cardenal Walter Kasper actualizó la enseñanza de Jesús: “Es necesario promover la paz en el mundo y el diálogo entre los cristianos y entre las religiones”. El significado de la palabra “shalom” (paz) es el premio que Dios concede a todos los hombres. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios. Bendecidos con el envío para ser discípulos y misioneros. Forjemos la civilización del amor, necesaria y muy urgente.