Discernimiento

P. Milko René Torres Ordóñez

La vida de los seres humanos está marcada por momentos en los cuales tenemos que discernir para tomar la decisión correcta. Este término, en el contexto bíblico, significa la facultad de comprender o saber algo por el poder del Espíritu… y comprende la habilidad de percibir el verdadero carácter de las personas y el origen y significado de las manifestaciones espirituales.

La Iglesia, madre y maestra, ejerce y comparte sus dones con la iluminación del Espíritu Santo. La Sagrada Escritura, en cuanto mensaje del amor de Dios a los hombres, contiene los elementos necesarios para desarrollar este don. El libro de la Sabiduría personifica la sapiencia de Dios: “Fuera de ti no hay otro Dios que cuide de todo, a quien tengas que demostrar que no juzgas injustamente. Porque tu fuerza es el principio de la justicia y tu señorío sobre todo te hace ser indulgente con todos”. Dios es la razón de ser de todo cuanto existe. Las clases de sabiduría que encontramos en la Biblia son, entre otras: empírica, jurídica, moral, teológica. Todas, en conjunto, son herramientas que favorecen una correcta comprensión de las cosas que influyen en el comportamiento del hombre. La acción del Espíritu Santo es una reflexión recurrente en san Pablo: “El Espíritu acude en ayuda de nuestra debilidad, pues nosotros no sabemos pedir como conviene; pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables. Y el que escruta los corazones sabe cuál es el deseo del Espíritu, y que su intercesión por los santos es según Dios”. Reconocemos, no solamente, que somos creación divina, sino que disfrutamos de su compañía como el signo más claro de su amor. Jesús, el Verbo hecho carne, comparte su vida en la historia de los hombres. Su enseñanza suscita la respuesta inmediata de quien lo escucha o lo lee en cada pasaje de los Evangelios. Cuando Jesús utiliza la parábola de la cizaña y el trigo dice ante la incertidumbre de sus discípulos: “No, que al recoger la cizaña pueden arrancar también el trigo. Déjenlos crecer juntos hasta la siega y cuando llegue la siega diré a los segadores: arranquen primero la cizaña y átenla en gavillas para quemarla, y almacenen el trigo en mi granero”.  No debe sorprendernos la moraleja en la que prevalecen algunos valores como la bondad, la confianza, la esperanza y la justicia ante el cuestionamiento de un futuro incierto. En el mundo cohabitan el bien y el mal. De ahí nace la importancia del juicio correcto, de las reglas de oro en el discernimiento. No vivimos en una sociedad químicamente pura. En las circunstancias actuales es necesario mirar los signos de los tiempos para caminar con libertad, sin hacer daño a ninguna persona que esté cerca de nosotros. El respeto, la sensatez, la tolerancia, con quienes no profesan la misma fe, o piensan diferente, son algunos elementos que fortalecen el sueño de un mundo mejor. El Papa Francisco, cuando comenta la parábola de la cizaña y el trigo, señala: “Todos sabemos que el demonio es un cizañero, trata siempre de dividir a las personas, a las familias, a las Naciones y a los pueblos”. La sabiduría destruye muros, forja la paz.