P. Milko René Torres Ordóñez
San Pablo en la Carta a los Romanos ((8, 28-30) describe las claves para alcanzar la verdadera felicidad: “Sabemos que a los que aman a Dios todo les sirve para el bien…”. La sabiduría tan anhelada por todos contiene algunos elementos a los que es importante destacarlos: la búsqueda auténtica de la identidad solamente se encuentra en Dios, autor de todo bien; el amor, entendido como donación total de una persona a Dios y al prójimo.
Un amor que surge de las entrañas del ser humano y se eleva a la plenitud de la gracia para encontrarse con el bien supremo; la humildad en el momento de pedir algo y recibir aquello que queremos entregar. En este texto paulino, el Apóstol de las Naciones, abre su corazón enamorado de Jesús y reafirma legítimamente su condición de hijo de Dios: “Porque a los que había conocido de antemano los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que él fuera el primogénito entre muchos hermanos…”. Una reflexión teológica con un carácter bautismal. Dios tiene un designio para la humanidad realizado en su Hijo. Con su resurrección somos glorificados. La sabiduría paulina no puede llegar a ser entendida de otra manera: vivir en Cristo en la intimidad total. Un corazón que ama, escucha. Discierne el camino correcto que lo lleva a posesionarse como servidor de los designios de Dios. Salomón, recién elegido rey de Israel es un espejo en el que podemos mirarnos: “Concede, pues, a tu siervo, un corazón atento para juzgar a tu pueblo y discernir entre el bien y el mal…”. Dios le concederá un corazón sabio e inteligente. Nos encontramos inmersos en el manual perfecto de cualquier gobernante. Debe revestirse de un verdadero deseo de servir a su pueblo en el que existen muchos tesoros escondidos a los que tiene que descubrir. La Historia de la Salvación alcanza su mayor plenitud en la misión de Jesús. Su pedagogía es audaz e innovadora. “El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra, lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo…también a un comerciante de perlas finas, que al encontrar una de gran valor se va a vender todo lo que tiene y la compra…a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran”. Es difícil separar cada una de estas parábolas, porque cada una de ellas nos lleva a degustar el indescriptible sabor del pan de la palabra. Cuando el hombre ha encontrado el Reino de Dios, como narra San Mateo, empeña todo su patrimonio, su coraje y sus sentidos, porque su vida va a cambiar. El Reino de Dios es de los limpios de corazón. Según el Papa Francisco: “En un mundo en el que tantos buscan tesoros que se acaban, Dios nos ofrece el tesoro de su sabiduría. Cuando se abre el corazón al tesoro del amor de Dios, todo lo demás sobra porque no llena la vida”.