Buscando a Abraham

P. Milko René Torres O.

Arieh Sztokman, Anciano, Rabino. Mayo 24 de 2020 – Sivan 1 de 5780, me motiva a compartirles tres caminos de fe. El primero: La situación en la cual vivimos, cuidando la “cuarentena” que comenzó el 15 de marzo de 2020, genera grandes problemas en la sociedad… todo esto nos obliga a vivir de una forma no conocida y además ir pensando, solo pensando, que nos pasará cuando concluya la “cuarentena”, ¿Cómo hemos de vivir?.

El patriarca Abraham nos sugiere algunas ideas a saber: Abraham, hombre anciano, tenia 75 años de edad, cuando comenzó su gran modificación personal, es decir que la edad no fue ningún impedimento para generar cambios. Abraham era un hombre de una muy buena posición económica, es decir que estaba cómodo. Sin embargo, debe haber pensado, supongo, que esto no es vivir sino por el contrario es existir, debe haberse dicho, no quiero transformarme yo también en una cosa, soy un ser humano, creación de Dios, y debo hacer algo mas que acumular cosas y fama.

El segundo: Dios nos propone un cambio, cambiemos primero cada uno de nosotros mismos, busquemos en nuestro interior todo lo positivo que Dios nos ha regalado, mejoremos lo negativo que tenemos en nuestro interior, compartamos con otros lo que vamos logrando en nuestra propia persona, dejemos de lado los estímulos externos que nos dividen, que nos separan, que nos impiden vernos como hermanos con un Padre Bueno que nos ayuda.

El tercero: En esta “cuarentena” tal vez hemos aprendido lo vulnerable que los seres humanos somos. Nunca hemos transitado una situación mundial que nos traspasa en todos los niveles. El “gran otro” (el virus) así lo voy a llamar, nos condiciona a un cambio de vida con sus costumbres y nos marca lo que podemos y no podemos hacer, somos el sujeto/sujetado. No nos podemos tocar, no nos podemos vincular. Este “gran otro” nos obliga a pensar y pensarnos y esto sugiere una pregunta: ¿Cómo nos vincularemos con el otro? El sujeto, yo, me vinculo/relaciono conmigo mismo, me amo y amo a los otros. El “gran otro”, la adversidad, la podremos transformar en oportunidad, creando nuevos hábitos de relacionarnos, de vernos, de abrazarnos, de consumir solo lo necesario para vivir, dado que no podemos comer ni el petróleo, ni el oro, ni los dineros acumulados, y para ello necesitaremos osadía para poder actuar en los cambios que transitaremos, respetando al otro, sabiendo que Dios nos ayuda y nos acompaña.

Mi conclusión: el ejemplo de Abraham, modelo de fe, desprendimiento y obediencia, desde un rincón de Mesopotamia, en Ur, emprende la ruta más valiosa: hacia el interior de su vida. La voz de Dios es la voz de la esperanza. La conversión, un giro obediente que ubica nuestra vida en el lugar, quizá, más olvidado, pero tan importante. Podemos asumir una de las claves en la contemplación para alcanzar amor, de san Ignacio de Loyola: encontrar a Dios en todas las cosas. Gracias Arieh. Nos invita a releer la vida en clave de fe.