¡Dios que año!

Cuando estamos a escasas horas de que se termine este 2020, muy complicado en muchos aspectos de la vida. Un año que sin dudarlo se quedará en los anales históricos de la humanidad por mucho tiempo, por las cosas inéditas que han ocurrido desde marzo, hasta la fecha. Hemos sido testigos aterrorizados, de situaciones que ni en la peor de nuestras pesadillas, habríamos visto, vale la pena hacer un balance del grado de lecciones aprendidas por nosotros, durante estos días tan fuera de lo común.

De un tiempo a esta parte, el hombre se creía completamente invulnerable. Dueño y señor de todo lo que había en la tierra, su arrogancia era enorme, su meta primordial era y es la hegemonía, el poder, sobre todo. De pronto aparece algo desconocido por allá, por China y lo revoluciona todo, desde la simple rutina familiar, hasta las más fuertes economías mundiales, pasando por la ciencia, se vieron en una encrucijada sin antecedentes. Era un virus al que denominaron covid 19, que asomó a fines del 2019, que llegó para cambiarnos la vida a todos.

Fuimos obligados a confinarnos en nuestras casas por tiempo indefinido, mientras la ciencia buscaba con avidez caminos de salida. Y entonces el hombre, se vió desnudo, perdido, en su propia vanidad e impotente viendo como morían sus seres cercanos, familiares, amigos y conocidos, acá en Guayaquil, el panorama era aterrador, cadáveres por todas partes, metidos en fundas plásticas, tirados en las calles, o descompuestos en sus casas, porque los hospitales no se daban abasto, lo mismo ocurría con los cementerios ya no tenían donde acoger más difuntos. Víctimas de una guerra cuyo enemigo era invisible, no sabíamos de donde podía salir para invadir nuestro organismo, tuvimos que usar mascarillas como medida preventiva, además tuvimos que mantener un alejamiento prudencial, evitar abrazos y besos. Lo demás, ya es conocido por todos, pero la memoria humana es frágil y a veces solo recuerda lo que le conviene, dejando escapar enseñanzas que podrían ser muy útiles en lo posterior, así que daré mi modesto punto de vista sobre las moralejas de esta pandemia.

La primera lección, muy repetida pero poco asimilada; es, que la vida es un soplo, efímera y frágil, como un segundo, por eso hay que aprovechar todos los instantes, para procurar ser mejores personas a todo nivel, al margen de las creencias, o religión que profesemos, solo por la evolución de la sociedad en la que vivimos, y la especie humana a la que pertenecemos. Otro mensaje muy claro fue; que, en situaciones tan dramáticas, como la que aún vivimos, salen a flote la nobleza y la vileza de los hombres. La nobleza del personal de primera línea, médicos, enfermeras, personal de limpieza de las ciudades, bomberos, policía, y un etc muy extenso que se jugaron su seguridad y la de los suyos, para ayudar a sus semejantes, primero noveleramente aplaudidos y vitoreados, después subvalorados, olvidados, y hasta atrasados en el pago de sus salarios.

La vileza, de pillos de saco y corbata, que vieron en la pandemia, y en la muerte de sus semejantes y en el dolor de sus familias, una oportunidad para hacer negocio, mostrando la cara asquerosa de la raza humana, metido entre ellos un ex mandatario y su familia, asambleístas, una corrupta y apestosa esfera de poder, que fueron sentenciados con demasiada y sospechosa benevolencia.

En el resto del mundo hubo brotes de xenofobia, ciudades transitadas por animales salvajes, Venecia luego de varios cientos de años mostró sus aguas cristalinas, dando la pauta de una naturaleza cansada de la depredación humana. En Loja, los ríos rebosando estiércol.

¡Dios que año! Ojalá el próximo sea mejor. Feliz 2021 a mis queridos lectores Dios permita seguir compartiendo ideas por este medio