Franz Kafka en el Canto de las Sirenas

El Ecuador en estos días está viviendo una contienda entre rivales desiguales que nos muestran el poder económico, político, social y sobre todo el poder de la palabra que puede ser ficticia o real, pero nos deja ver un fenómeno muy particular el manejo de las masas que se debaten entre el bien y el mal, entre la apatía y el fanatismo, entre la participación consciente y la total e irresponsable participación electoral sustentada en regalos que suplen necesidades del momento.

Será que nos encontramos bajo el influjo del Canto de las Sirenas que Franz Kafka (1883-1924) autor de inagotable riqueza simbólica que en su corta pero reveladora composición refiere el episodio vivido por Odiseo (Ulises) quien se hace a la mar provisto de cierta cantidad de cera para sus oídos y se hace encadenar al mástil de su embarcación para alejar la posibilidad de ser sometido por el canto de las sirenas que inevitablemente lo pudieron llevar a la perdición.

Al parecer estamos bajo el poder del canto de las sirenas qué con su dulce canto, prodigiosas voces, musicales y atractivas nos envuelven, nos devoran en un influjo irresistible. Es innegable que las soluciones presentadas nos muestran una Teles la perfecta, a Pisínoe la persuasiva, sirenas que nos muestran un camino, un espejismo que parece realidad, pero no lo es. Está claro entonces que no existe un camino fácil para el bienestar de todos, este camino está más cerca del esfuerzo diario, trabajo, disciplina que del desorden y de la ley del menor esfuerzo. El canto de las sirenas nos puede llevar intencionalmente a la perdición y así como a los marineros los devoraban y dejaban nada más que los huesos.

Tal parece, que tenemos entre manos sirenas escocesas de aquellas que conceden 3 deseos que puedan resolvernos cualquier carencia, pues no señores, no tenemos sirenas cuyas lágrimas se transformarán en perlas preciosas, más bien estamos buscando Sirenucas, Náyades y Nereidas benévolas con los seres que necesitan ayuda y que nos pueden aportar algo positivo para alcanzar el bien común.

Pero existe un peligro mayor que lo alegoriza Kafka que es el silencio de las Sirenas, el silencio que otorga, el silencio cómplice que conociendo que existen palabras con tal falsedad, sin sustento y sin soporte a largo plazo, son testigos sin voz de que lo que se propone como solución absoluta a todos los males, carecen de veracidad.

Las sirenas por su parte no dan cuenta de sus víctimas, son insensibles a las necesidades de los demás, están anestesiadas al dolor ajeno y no perciben que el mal provocado a los individuos subyugados, a largo plazo les afectará también a ellas, lo que se torna como una conducta que tiene el carácter de autofagia porque sin querer van minando su propio bienestar y pueden terminar sus restos como los de Parténope a la orilla del mar.

Resistir a tal influjo que genera el canto de las sirenas puede traernos un verdadero cambio, un real cambio a este estado de dominio que quizás puede iniciarse cuando se haga el silencio de su canto, momento en el que podemos reflexionar sobre nuestro destino, que acaso dependerá de los eventos oníricos que carecen de realidad o son producto del subconsciente insatisfecho de todos como parte de la condición humana. Sin embargo, se puede ver una luz al final del túnel cuando entendemos que el único que puede cambiar el camino es el caminante que va dejando huellas y avanzando porque la excelencia no es una meta sino la senda por la que todos debemos caminar.