Vejez monstruo de dos cabezas

Envejecer es un monstruo de dos cabezas que no siempre es visto como tal, la discriminación por edad, se está haciendo cada vez más pronunciada, pero nadie la reconoce.

Digo de dos cabezas, porque una de ellas es la que tiene cabellos blancos, arrugas en el rostro y deterioro físico.  La otra cabeza es aquella que al envejecer nos convierte  en personas mayores con un descoloramiento de nuestra imagen, y quizá nos deja sumidos en un plano de inservibles grises.  ¿Qué significa esto? Maltrato, discriminación, olvido. Ahora lo explico:

Aún no he llegado a la edad de adulta mayor, sin embargo, cuando voy al banco, el guardia de seguridad que es un hombre joven, sin ni siquiera saludar, se apura en decirme: “venga para acá mamita, límpiese los pies en la bandeja con desinfectante, y vaya a la fila de los ancianos”.  Siendo yo una cincuentañera, hay gente que trata de decirme otra cosa.

Un día conversando con un  servidor público, le mencioné que me gustaría estudiar Derecho, éste dijo: “¡Uff! ¿Ya para qué?  Estos son botones que sirven de muestra en el vestido de la vejez, el maltrato va asomando su cabeza deforme, para luego cuando ya somos adultos mayores, hacer de las suyas.  

Así, va operando una violencia invisible, que se disimula en tratos especiales que no son realmente empáticos, gente que le habla a un adulto mayor deletreando, o cortando las sílabas, como si fueran retrasados mentales, otros les gritan cerquita al oído, como haciendo entender al resto que el adulto mayor no escucha.  Hay quienes refuerzan su maltrato con gestos y mímica.

Veo situaciones en las que se infantiliza al adulto, cuando le dicen: “abra la boquita”,   “de unos pasitos”, “cámbiese el pantaloncito” y otras frases que lejos de cariñosas son empalagosas y que a la final le trasmiten un trato nada considerado, sino exagerado.

Las formas de discriminación para la persona que envejece son muy variadas, se esconden maneras de llamarlo “Abuelo” sin saber si realmente lo es. O pensar que por su edad ya no puede enamorarse, que no tiene derecho a opinar, que lo que dice no vale, que son ideas anticuadas o que son tonterías.  He escuchado a jóvenes que interrumpen y le mandan a callar a su familiar adulto mayor, todo como si fuera algo natural.

Y no es sólo cómo se los trata, también es cómo los ignoran.  Hay familias enteras que creen que los padres, abuelos, bisabuelos, están destinados a quedarse viendo pasar la vida arrinconados en el sillón, a nadie le interesa saber qué siente, qué piensa, qué le inquieta.  Muchos enmudecen, quedando como una foto en blanco y negro, en un lado de la casa, viendo pasar los que entran y salen.  Esa cabeza de la vejez, no se nota, a veces estorba, otras, incomoda, pero en realidad espanta.