El siglo XX fue escenario de miles de profetas y mártires, de todas las tendencias ideológicas, en los compromisos por construir una sociedad de hermanos, donde todas las personas podamos vivir con la dignidad de seres humanos.
Uno de esos testimonios fue el padre Camilo Torres Restrepo que no solamente predicó el amor al prójimo, sino que lo vivió hasta dar su vida por sus sueños libertarios.
Les ofrecemos dos ejemplos de su testimonio. Iniciamos con el relato del padre Isaac Wüst:
“Un día de 1965 Camilo había salido a pasar la noche con sus amigos anarquistas. Después de caminar por el centro de Bogotá, se encuentran con un mendigo sentado en la acera. Camilo se detiene y lo mira. Sus pantalones están rotos por todos lados. Camilo no piensa un momento, se quita los pantalones y se los entrega al hombre. Camilo andaba, como era costumbre en esa época, con sotana, de modo que no necesitaba los pantalones. Este gesto me hizo pensar que Camilo era el cristiano más auténtico que había conocido en mi vida.”
El 26 de agosto de 1995, en el semanario “Frente Unido” publica un “Mensaje a los Cristianos”, les ofrecemos un fragmentos del texto:
“Las convulsiones producidas por los acontecimientos políticos, religiosos y sociales de los últimos tiempos, posiblemente han llevado a los cristianos de Colombia a mucha confusión. Es necesario que, en este momento decisivo para nuestra historia, los cristianos estemos firmes alrededor de las bases esenciales de nuestra religión.
Lo principal en el Catolicismo es el amor al prójimo. «El que ama a su prójimo cumple con su ley.» (San Pablo, Romanos XIII, 8). Este amor, para que sea verdadero, tiene que buscar eficacia. Si la beneficencia, la limosna, las pocas escuelas gratuitas, los pocos planes de vivienda, lo que se ha llamado «la caridad», no alcanza a dar de comer a la mayoría de los hambrientos, ni a vestir a la mayoría de los desnudos, ni a enseñar a la mayoría de los que no saben, tenemos que buscar medios eficaces para el bienestar de las mayorías.
Por eso la Revolución no solamente es permitida sino obligatoria para los cristianos que vean en ella la única manera eficaz y amplia de realizar el amor para todos.
Cuando hay una autoridad en contra del pueblo, esa autoridad no es legítima y se llama tiranía. Los cristianos podemos y debemos luchar contra la tiranía. El gobierno actual es tiránico porque no lo respalda sino el 20% de los electores y porque sus decisiones salen de las minorías privilegiadas.
Yo he dejado los privilegios y deberes del clero, pero no he dejado de ser sacerdote. Creo que me he entregado a la Revolución por amor al prójimo. He dejado de decir misa para realizar ese amor al prójimo, en el terreno temporal, económico y social. Cuando mi prójimo no tenga nada contra mí, cuando haya realizado la Revolución, volveré a ofrecer misa si Dios me lo permite.
Después de la Revolución los cristianos tendremos la conciencia de que establecimos un sistema que está orientado por el amor al prójimo.
La lucha es larga, comencemos ya…“