Educar en valores

Los educadores tenemos claro, al menos teóricamente, el concepto de educar. En su etimología significa conducir en el conocimiento. La palabra latina ducere nos lleva a ejercer nuestra misión de enseñar a temprana edad valores, formas de actuar que permiten el desarrollo integral de una persona en la sociedad. Recalco siempre que la educación es una misión que se nutre de una vocación.

Educar en valores es una misión compleja. No podemos renunciar a ella. Todos somos capaces de enfrentar muchos desafíos, en el devenir de los días. La misión del educador va más allá de instruir en un conjunto de información científica. El educando con nuestra ayuda, descubre valores y herramientas para utilizar, en beneficio de todos, aquello que ha logrado asimilar, y descubrir otros, innovadores y útiles. No soy partidario de una formación eminentemente académica. La educación sin valores es incompleta, es insípida, porque no cumple con su finalidad.

El profesor que conoce la realidad se esmera por vivir feliz en el aula, puesto que hace de ella un espacio en el que, con el alumno, analiza y responde de manera clara a los interrogantes que surgen. (A. de la Herrán, Coord., 2003). No es, ni mucho menos, un transmisor de todo. Como buenos guías debemos facilitar los medios para crear las mejores condiciones que el educando acceda al conocimiento de valores por medio de su experiencia. Valoro mucho el aporte sobre este tema de Ma. Rosario Cerrillo Martín: “La sociedad actual está necesitada de profesores-mediadores competentes en cada área de conocimiento y a su vez ilusionados con la tarea educativa, impulsores de equipos, sensatos, optimistas pedagógicos, mediadores del saber y de la vida, agentes de desarrollo y cambio social, estimuladores de la perplejidad intelectual, críticos y transmisores de cultura en el sentido más amplio y profundo que sea posible. El reconocimiento de la intrínseca dificultad que entraña la educación en valores no puede convertirse en excusa para olvidar que educar en valores es una misión irrenunciable.

Mediar es transmitir valores, es conectar vivencias y elementos culturales, es acercar al otro a un mundo nuevo de significados. Al mediar vamos más allá de las necesidades inmediatas, trascendemos el presente, anticipamos el futuro e imaginamos nuevas situaciones”. Al evocar toda la realidad que nos envuelve, debido a diversos factores, como esta pandemia, es muy meritoria la labor educativa. El ser y el sentir del maestro requiere nuestra atención. Nunca dejaremos de soñar en un tiempo en el que la educación deje de ser una estrategia ideológica, menos oportunista en tiempos de campaña electoral, y se convierta en una prioridad alimentada por la axiología y el humanismo cristiano.

Nadie habla de ciencia, sino por experiencia. Lo asumo desde la mirada absorta ante una omisión culpable e imperdonable en nuestra realidad educativa ecuatoriana.