Con el inicio de la pandemia, hace ya un año, en el discurso se empezó hablar de la “Nueva normalidad”, concepto para referir hechos y formas de organización y de socialización en situaciones de crisis, y que trastocan los comportamientos habituales y abren paso a nuevas propuestas de organización y participación que socioculturalmente se vuelven comunes.
La “nueva normalidad” iniciada en nuestro país el 13 de marzo del 2020, con el confinamiento extremo por la propagación de la pandemia, debe ser analizada y comprendida en un triple contexto: La pandemia del Covid-19 desconocida aún en su real magnitud, una crisis multidimensional: sanitaria, económica, social, cultural, ambiental, organizativa y de geopolítica; y, el impacto de las actividades humanas sobre el ecosistema que provoca pérdida de la biodiversidad, extinción de especies y calentamiento global.
Pregunto entonces ¿lo que vivimos es una nueva normalidad o la profundización de una anormalidad sistémica?
La pandemia, hasta el momento ha alterado la tradicional (a)normalidad social del bullicio, de aglomeraciones y estrujamientos sociales, de un modelo de vida depredador de la naturaleza y generador de desigualdades, Lipovetsky sostiene “que la génesis del virus está relacionada con el empobrecimiento de la biodiversidad que rompe el equilibrio natural de las especies y hace posible la aparición de nuevos virus”. Por tanto, hay que cuestionar el sistema de producción y consumo que empobrece la tierra y la sociedad afectando a los más vulnerables.
Resistir la pandemia en la “nueva normalidad”, no solo se trata de observar individual y colectivamente las normas de bioseguridad, sino, en resistir la anormalidad ambiental y social inequitativa, dinamizando sobre las nuevas formas de ser, estar y habitar el mundo, como lo señala Yuval Noah Harari “lo que definamos hoy decidirá nuestra vida en décadas y reconfigurará el planeta”.
La “nueva normalidad” que es una oportunidad en esta crisis sanitaria debe remontar la anormalidad estructural agravada por las condiciones de desigualdad, precariedad de los sistemas de salud, predominio del capital por sobre el ser humano, desempleo e infoxicación que corroen la vida y dignidad humana.
Es el momento histórico necesitamos (re)organizarnos con corresponsabilidad, necesitamos tejer formas de acercamiento, de participación y de unidad para que nuestra nueva marca sea la adaptación a las normas para resistir la pandemia y, por otra, buscar la transformación, lo que el Papa Francisco llama una “nueva realidad”, que asegure el respeto a la dignidad humana.