Cuando la cola es de paja

Mercedes Carrera

El debate es un instrumento de información que determina el nivel de capacidad de respuesta de los participantes.
Además, se constituye en una tribuna de la derrota para quien no tiene la opción de brindar propuestas contundentes ante las posibles inquietudes nacidas de la agenda temática del debate.

El domingo 21 de marzo se cumplió el debate presidencial obligatorio que convocó a los finalistas de la segunda vuelta electoral.

En esta cita los candidatos Arauz y Lasso armaron un espacio a la defensiva de un ataque sin precedentes promovido por los propios participantes, la frase “Andrés, no mientas”, “Andrés, vuelves a mentir otra vez” y el término “banquero” son las características del debate que dejó cualquier cosa menos los contenidos de propuesta.

El formato del minuto y medio, los treinta segundos y la réplica les resultaron insuficientes a los actores políticos. El cronómetro, el mutis de los micrófonos y los cinco sobres sellados con las temáticas resultaron ser un problema para los candidatos.

Difícil será que el personaje que llegue a ser electo presidente de la república resuelva los problemas de endeudamiento externo, generación de empleo, inclusión social, reactivación productiva, educación, salud, vivienda, entre otras dificultades.
Nada se ha dicho sobre la seguridad nacional. Los candidatos tienen una obsesión por mirar al gobierno venezolano y recordar al extinto Hugo Chávez.

La dolarización resulta más un instrumento de discurso político que un grado de respuesta.

Nadie sabe cómo uno de los candidatos expositores va a poner dólares en los bolsillos de los ecuatorianos.

En definitiva la característica del debate fue el uso del término “banquero” y “Andrés, no mientas otra vez”.
Uno de los candidatos planteó la desdolarización, sin embargo, en el debate dijo que sabe cómo “fortalecer la dolarización”.
El mar de confusiones sobre posibles vínculos del Morenismo y Correísmo envolvieron en superficiales discusiones, cuya única conclusión solo queda en “Andrés, no mientas otra vez”.