La casa de Bolívar


Hace algunos años visité en su casa de habitación a don Julio Eguiguren Burneo, situada en la esquina de las calles Bolívar y Colón de nuestra querida ciudad de Loja. Desde el ingreso observé rincones y espacios de ese inmueble señorial y patrimonial construido hace más de doscientos años. Su estructura, una combinación de tapia, piedra, adobe, bahareque, madera y teja, es signo de un pasado que devela el tradicionalismo lojano basado en el español.

Esa casa forma parte del centro histórico de Loja, que lamentablemente ha sido arrasado desaprensivamente en nombre del modernismo, a vista y paciencia de las autoridades responsables.

En un diálogo que don Julio mantuvo con el destacado escritor e historiador José Carlos Arias Álvarez, le comentó el valor histórico de la casa, de las reliquias artísticas allí existentes, algunas de la cuales pertenecieron a su tío el ilustre Canónigo José Antonio Eguiguren Escudero, Obispo de Loja y ejecutor de una gran obra social, especialmente educativa. Se refirió a algunos detalles, como el papel tapiz que daba sobriedad a algunos cuartos, y a un piano que data del año 1850, heredado de su tatarabuela. Le hizo saber que allí se alojaron los soldados del ejército libertario, así que por poco tiempo también fue un cuartel.

Una pequeña capilla reluce el espíritu religioso familiar del cual don Julio estaba absolutamente imbuido y que se conserva con sus características originales.

Contó una anécdota muy singular de la que imagino lo siguiente. Al otro lado de la casa habitaban unas monjitas a las que se les ocurrió presumir que en la pared colindante estaban las “huacas” de la familia Eguiguren, entonces decidieron horadarla con cucharas, puntas de acero y lo que más que tenían a su alcance; lo hacían sigilosamente, casi como “hombres mosca”, procurando el menor ruido posible y sin levantar sospecha, hasta que un día, mientras almorzaban, la pared se derrumbó como consecuencia de las perforaciones. Gracias a Dios que no fue un accidente fatal. Las monjitas juraron por todos los santos que nunca más caerían en la tentación de Lucifer.

Don Julio aseguró que en esa casa se había alojado más de un presidente de la república cuando llegaban a Loja en visita oficial, y por supuesto las atenciones que se brindaban y los protocolos que se cumplían correspondían a la alta jerarquía del ilustre huésped.

A ese bien patrimonial los herederos de don Julio, a la cabeza Claudio Eguiguren Valdivieso y su distinguida familia, la han convertido en la “Casa Bolívar Hotel Museo de Loja”, a fin de brindar los servicios de alojamiento y restaurante- cafetería, cuyo espacio lleva el nombre de “Libertadora Sáenz”, además de ofrecer la posibilidad de recorrer el valioso museo adecuado con las reliquias.

La loable iniciativa se enmarca en una propuesta turística igual a la “Casa Gangotena” en plena plaza de San Francisco en la ciudad de Quito, y a los lujosos hoteles patrimoniales de Cuenca, ciudad que cada vez denota crecimiento y desarrollo considerables gracias al emprendimiento visionario de su gente y al elevado sentido de pertenencia y responsabilidad por parte de sus autoridades, quienes ante todo y sobre todo han velado por la preservación patrimonial de la urbe morlaca.
Bien por Loja y por su impulso turístico.