Efraín Borrero E.
Por fuentes históricas conocemos que el expresidente Gabriel García Moreno definió a la educación como uno de los ejes centrales de su gobierno, y que para cumplir ese objetivo apostó por la importación masiva de maestros, sobre todo religiosos, por cierto, muy capacitados y con vasta solvencia pedagógica, que al mismo tiempo fueran leales a su proyecto político, como expresa Ayala Mora.
Con ese propósito hizo posible el retorno al Ecuador de jesuitas españoles y alemanes, y gestionó el apoyo de las religiosas de los Sagrados Corazones y de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, más conocidos como Hermanos de La Salle, provenientes de Francia. El Ecuador se constituyó en el primer país sudamericano al que llegaron los miembros de esa Comunidad, hecho ocurrido el 28 de febrero de 1863.
El trabajo educativo de los Hermanos de las Escuelas Cristianas se extendió rápidamente por Quito, Guayaquil, Cuenca, Latacunga, Jipijapa y Loja. A nuestra ciudad vinieron por gestiones de Monseñor José María Riofrío Valdivieso, nacido en Cariamanga, quien fuera Arzobispo de Quito y Administrador Apostólico de Loja. De Su Santidad Pío IX consiguió la cesión del antiguo Convento de San Agustín, situado en la calle Bernardo Valdivieso entre las calles Azuay y Mercadillo, para fundar allí la escuela cuyas actividades se iniciaron el 22 de octubre de 1871.
Este fue el primer período de la labor educativa de los Hermanos de las Escuelas Cristianas ya que debieron abandonar el país por decisión del gobierno del General Eloy Alfaro. Tras doce años de ausencia, el 19 de septiembre de 1907, retornaron a Loja gracias a las gestiones del ilustre benefactor, José Antonio Eguiguren Escudero, segundo Obispo de Loja, con apenas 38 años de edad.
José Antonio Eguiguren falleció a temprana edad (43 años) dejando una inmensa huella de servicio a la colectividad lojana, especialmente en el ámbito educativo. En el acto organizado para honrar la memoria del nunca bien sentido Prelado, el 31 de diciembre de 1910, el preclaro intelectual, Dr. Máximo Agustín Rodríguez, expresó sentidamente: “Grandes han sido los bienes que ha hecho el ilustre difunto, en el corto tiempo de su episcopado, pero a mi modo de ver, ninguno más eminente, ninguno de mayor trascendencia social, ninguno por el que se haya hecho más acreedor a una eterna gratitud, como la creación y sostenimiento de las escuelas primarias, dirigidas por los abnegados hijos de La Salle”.
En el mismo discurso el Dr. Rodríguez hizo ostensibles una preocupación que se generalizó entre los lojanos: “Más, para desgracia nuestra, murió el Ilmo. Sr. Eguiguren, y es de temer que mueran también las escuelas por él sostenidas. ¿Qué haremos en esta situación tan aflictiva?; ¿nos cruzaremos de brazos, y veremos impasibles que se ausenten, quizás para no volver, los incomparables maestros que se hallan labrando el futuro bienestar de Loja? ¿Permitiréis, conciudadanos, permitiréis matronas, que así perdamos un tesoro de tanta valía?
La preocupación del Dr. Rodríguez tuvo asidero en la generosidad de prestantes lojanos y en la decisión de Curia Diocesana para vencer las dificultades que fueron muchas. El 1 de mayo de 1921, el Obispo Guillermo José Harris Morales convocó a un grupo de ciudadanos interesados en la supervivencia del prestigioso establecimiento educativo y deseosos de dotarle un local funcional. En dicha reunión, de la que existe el acta correspondiente, se encomendó a los doctores Javier Valdivieso V. y Víctor Antonio Castillo la edificación de la escuela San Juan Bautista de la Salle, haciendo hincapié en lo siguiente: “En la esquina del lugar de la edificación, ubicada en la intersección de la calle 24 de Mayo y Olmedo se dejara el sitio adecuado para formar una plazoleta y levantar un monumento para colocar un busto o estatua de José Antonio Eguiguren”. En ese entonces la calle que hoy lleva el nombre de José Antonio Eguiguren se denominaba 24 de Mayo, en recordación a la Batalla de Pichincha de 1822.
Aunque nunca se levantó el monumento en honor del egregio sacerdote José Antonio Eguiguren Escudero, la plazoleta de los Hermanos de las Escuelas Cristianas de Loja se conserva como testigo de aquellos encuentros estudiantiles, que a lo largo de cien años acumulan tantos recuerdos e historias que contar.