Numa P. Maldonado A.
El edadismo, otra de las tantas odiosas discriminaciones que los seres humanos nos autoinfligimos (al color de la piel, la etnia, sexo, género, status social, pobreza…), destaca de sus similares porque forma parte de esa lamentable y cruel “cultura del descarte”, arraigada en casi todos los países del orbe. Ignorando que hoy más que nunca un porcentaje muy significativo de la población mundial camina a la vejez y el enorme valor de la experiencia que detenta no es aprovechado, precisamente, por esa insensata discriminación implantada por la incomprensible “civilización occidental” a la que nos pertenecemos.
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