Juan Luna
Quilanga, 15 de enero 2022
Desde hace siete años, a nivel del mundo nace el movimiento católico “Laudato SI” como respuesta al llamado del papa Francisco al publicar su encíclica “Laudato SI” (alabado seas), del 24 de mayo de 2015. El llamado es a cuidar la casa común, la casa que pertenece a todos y que, ante la amenaza constante de su destrucción, es preciso, tomar conciencia de nuestras obligaciones y derechos con la madre tierra, heredada de nuestros antepasados y encargo de las futuras generaciones.
Como buenos ciudadanos del mundo y como cristianos creyentes, con mayor razón, estamos llamados a la conversión por una ecología integral para cuidar el regalo recibido de Dios, gestionar bien la herencia que quedará a nuestros descendientes, precautelando siempre el bien común de los seres humanos junto al bien de la naturaleza, pues, el ser humano y la naturaleza vienen de la inspiración divina en la creación.
El movimiento Laudato SI en sus 7 años tiene entre sus activos un arduo proceso de formación a personas de buena voluntad, líderes religiosos, sociales y de organizaciones. Tuve la suerte, con el inicio de la pandemia, acreditarme como integrante del mismo, a lo mejor no llevo una vida activa, sin embargo, desde mi experiencia, quiero expresar algunas ideas favorables a una toma de conciencia, de acción y de lucha.
Lo primero que debemos hacer es CONOCER: para ello debemos informarnos y formarnos por medio de la riqueza bibliográfica, de las cifras, de las situaciones de vida que están muy cerca de nosotros y que las experimentamos en el cambio de clima, la pandemia, escases de agua, la contaminación, la sobre explotación de los recursos naturales, por mencionar algunos. A ello sumemos un modelo de vida inspirado en la codicia y el individualismo.
Un segundo momento tiene que ver con la REFLEXIÓN. El conocimiento siempre nos lleva a la reflexión y a una conciencia crítica orientada al cambio. La reflexión nos libera y compromete, abre los ojos y llena el corazón de sensibilidad; reconoce la diversidad de caminos que tenemos para llegar a la meta final, evitar la destrucción del planeta. Así unos se encaminarán por la conservación ambiental, otros por la lucha antiminera, protección de recursos marinos, el camino de la política como ciencia y arte del bien y bienestar universal, etc. Los frutos hablarán de una verdadera conversión integral en favor de la vida.
El tercer camino del proceso es la ACCIÓN, ¿qué puedo hacer yo? Desde mi función, desde mi responsabilidad de gobernante, de padre de familia, de profesional, de estudiante, de agricultor, de empresario o pequeño emprendedor. Cada uno, desde su espacio puede apalancar diferentes actividades: recolectar envases plásticos, reutilizar el papel, disminuir el desperdicio de agua, no lavar el vehículo con el agua de la llave, evitar los fertilizantes y químicos, utilizar tecnologías limpias para la minería, respetar las culturas ancestrales. Lo importante es hacer poco o mucho, pero muy bien.
Finalmente, el VIVIR, es el compromiso personal y de la comunidad por cuidar, proteger y preservar nuestra casa. La suma de todos los esfuerzos nos vuelve justos, solidarios y fraternos con la paccha mama de nuestros pueblos andinos y con el ella el buen vivir.