Dolor e impotencia causa la serie de accidentes de tránsito

Campos Ortega Romero

Dolor e impotencia nos causa una serie de accidentes de tránsito, que hoy por hoy no hay día que lamentemos en nuestra ciudad, heridos de gravedad, la muerte violenta está en todas partes, transita por las calles, nos saluda cuando se cruza con nosotros, quizá tiene nuestros rostros al mirarnos en el espejo. Nos da ganas de pensar que la muerte, en nuestro país y en la Loja actual, está agazapada en la misma estructura social; es el fruto de la sociedad que hemos creado, engendro o derivación de un sistema que se ha formado paulatinamente durante décadas, basado en  el individualismo, indolencia , falta de respeto al ser humano e irresponsabilidad

Indolencia e irresponsabilidad, cuando no se respetan los semáforos, curiosamente por algunos profesionales del volante y sporman. Hay quienes afirman que los semáforos son para violarlos, se agrava la situación, si se suma a esta infracción de tránsito la de conducir en estado de excitación producida por el alcohol. Por demás recordar que el conductor embriagado debe y tiene que responder penalmente las lesiones o muertes que cause en el estado mencionado.     

El código de tránsito fija límites de velocidad. En la ciudad no puede ser superior a 50 kilómetros por hora. Hay casos en los que por congestión, estado del tiempo, actividades públicas, la velocidad deben disminuir a 30 kilómetros por hora. Sin embargo, los conductores y vehículos con pasajeros a bordo, sobrepasan el límite permitido, hiriendo a personas sin importarles su edad, niños ancianos, hombres y mujeres, e irrespetando las señales de tránsito. Entendemos que el pito se constituye en una ayuda ocasional, pero se utiliza para perturbar la tranquilidad ciudadana y como freno cuando alguien se pasa imprudentemente la vía. En vez de frenar se pita o se acelera el carro y el genio, para insultar al indefenso peatón.      

En verdad la irresponsabilidad de los sucesos comentados es responsabilidad de todos, sean o no profesionales del volante, sumado a ellos los motorizados, personas que ocupan las motos y peatones en general ¿se ha fijado alguna vez cómo conduce la gente, especialmente en las entradas de los colegios, sean fiscales, religiosos y particulares? Para qué fijarse si lo vemos, lo sentimos a diario. Mientras más temprano en la mañana es peor porque los atrasados manejan como si fuese el jefe quien está detrás de ellos. Y un buen número de mujeres que creen tener habilidades de pulpos, mientras conducen el auto, también van acicalándose. En fin hay de todo al volante y ahora que los celulares andan de moda hay quienes pierden la noción del peligro.   

Lo cierto que la mayoría de los accidentes se realizan por la irresponsabilidad de los conductores, sabemos perfectamente que las leyes se hicieron para cumplirse, pero en nuestro país no acontece lo que debería ser. Poco o nada importa las leyes o las sanciones, pues los conductores hacen caso omiso de ellas con consecuencias graves para la comunidad. Insistimos que la responsabilidad es de todos nosotros, en exigirnos y exigir cumplir con las normas y leyes de convivencia, para hacer una vida más llevadera y digna. Qué miedo provoca el pensar que hay demasiadas personas que no se sienten también culpables; demasiadas que miran las cosas desde lejos, ajenas a la misma sociedad que quizá contribuyeron a formar.

La invitación a todos a que debemos comprender que cada muerte violenta es nuestra propia muerte, la muerte de todos. Sólo que sentimos cuando está más cerca y nos toca de alguna forma. Mientras es noticia de prensa o material de estadística, no nos importa. Al contrario, todo lo que suceda a nuestro alrededor nos compete a todos absolutamente a todos, a los conductores y transeúntes depende que no haya accidentes que lamentar. Así sea.