La casa nueva

Diego Lara León

Hace pocos días me encontré con un conocido y al no haber coincidido durante mucho tiempo, hicimos un repaso de varios temas, la salud, la política y los amigos. Me contó con tono de sorpresa e incredulidad que una persona conocida de él y buen amigo mío, había comprado una bonita casa en un lugar de alta plusvalía. Yo le expresé mi alegría, porque conozco a este amigo y sé de su trabajo, de su inteligencia y del esfuerzo que hace todos los días por crecer junto con su familia.

Mi comentario generó molestia extrema en mi contertulio. Me dijo que como es posible que yo esté de acuerdo que él si pueda comprar una casa mejor que la de él y mejor que la mía, si los 3 compartíamos profesiones parecidas y somos contemporáneos.

Su comentario me hizo reflexionar en lo absurdo de pretender juzgar a las demás personas por como me va a mí, lo que yo tengo o el éxito que yo alcance. Siempre habrá personas mas exitosas y menos exitosas que yo. Que alguien sea más exitoso no es para nada malo, lo malo es odiar el éxito ajeno y también es malo alardear mi éxito a otros.

Una de las comunes formas de justificar que otra persona es más exitosa que yo, es descalificándolo. “De ley está en negocios raros”, “como así tiene dinero para comprar esa propiedad”, “seguro tiene ese trabajo por palancas”, son frases que se escuchan decir, lamentablemente de forma recurrente. Lo que no saben o no quieren saber es el esfuerzo, carencias y los problemas que tuvieron que superarse para llegar al momento actual.

No dudo que existan casos en los cuales haya malas prácticas para alcanzar logros profesionales y económicos, pero “¿por qué meter a todos en el mismo saco?”, ¿acaso somos jueces? Un principio de convivencia dice que todo mundo es inocente hasta que se demuestre lo contrario, también hay un dicho que indica que “cada ladrón juzga por su condición”.

Al final concluí que mi interlocutor tenía envidia, es decir odio por lo que otro tiene y él no puede alcanzar.

Al terminar esa rara y nociva conversación llamé a mi amigo, si, al orgulloso dueño de una linda casa nueva y lo felicité. Me di cuenta que lo uno da lo que le sale del corazón.

Soy un apasionado de la estadística y los números, por lo tanto, concluí que lo que me pasó con este conocido no es nada mas que la muestra de lo que pasa en la sociedad.

Estamos viviendo en una sociedad en la cual “todo mundo es culpable hasta que él demuestre lo contrario”, nuestra sociedad se está acostumbrando a acusar solo por hecho de suponerlo, solo por el hecho que el otro es más exitoso”.

Por supuesto que hay distorsiones en la sociedad, se cometen delitos, corrupción, favoritismos, etc. Pero el acusar, juzgar y dictar sentencias, les corresponde exclusivamente a los organismos pertinentes.

¿Se han dado cuenta que tenemos una fuerte tendencia a solidarizarnos con las carencias de nuestros semejantes, pero muy poco aplaudimos sus triunfos? 

Un querido profesor me dijo alguna vez: “no pierdas el tiempo tratando de justificar tu caminar. Quienes te quieren no necesitan que les justifiques tus logros, en cambio quienes no te quieren no te van a creer”.

Una querida amiga me dijo hace un tiempo que, “desde que ella desea el bien a todos, a ella le va mejor”.  

                                                                                              @dflara