El baúl de los recuerdos: Zarumeños en Loja

Efraín Borrero E.

Tuve una grata conversación con Marianita Cortázar Crespo, periodista profesional y escritora nacida en Portovelo, cuando era un pequeño pueblo surgido del campamento de la compañía minera norteamericana SADCO (South American Development Company), en el vecindario de la “Villa del Cerro de Oro de San Antonio de Zaruma”.

Suele venir a menudo a Loja porque dice disfrutar del encanto del último rincón y de su ambiente cultural y artístico, además de visitar a parientes y amigos zarumeños radicados desde hace algunos años.

Muchas familias zarumeñas viven en Loja y sienten la dicha de estar en su casa. Así es. La casa de ellos también ha sido la nuestra, como expresa Milton Édison Álvarez Álvarez, un profesional lojano que ha entregado gran parte de su vida a una proficua labor educativa en el Colegio Nacional 26 de noviembre de Zaruma.

Nos unen lazos comunes desde que paltas y garrochambas habitaron nuestros territorios. Recordemos que el mismo hombre barbado de a caballo y espada al cincho, Alonso de Mercadillo, fundó nuestras ciudades, y que Zaruma fue cantón de la provincia de Loja hasta 1882, año en que se separó para proclamar la creación de la provincia de El Oro, de la cual fue capital hasta 1883.

Somos la misma gente con iguales rasgos e identidad, y también compartimos los mismos platos favoritos, como el repe, la sopa de arvejas con guineo, la gallina criolla, el cuy, los tamales, las humitas, la chanfaina, el molloco, el manjar de leche y la miel con quesillo.  

Marianita, quien ha escrito varios libros, me deleitó conversando sobre Zaruma, Portovelo y la compañía SADCO. Me dijo que los “gringos” establecieron el campamento minero de Portovelo por 1896, lleno de confort. El almacén o comisariato fue seguramente el más grande del Ecuador y estaba provisto de productos y artículos importados. Allí trabajaron su padre Rubén Cortázar Coronel y Emiliano Gutiérrez, entre otros.

Montaron su propia planta hidroeléctrica, que también proporcionaba energía eléctrica al naciente pueblo. Construyeron un hospital muy bien dotado que fue el primero de la provincia de El Oro. Un cine completo donde se proyectaban películas americanas de actualidad. Tenían una excelente educación primaria para los niños, y practicaban deportes como béisbol, tenis, golf, baloncesto y polo, en canchas y espacios construidos para el efecto.  

Alberto Hidalgo Jarrín, zarumeño, un joven con inteligencia privilegiada para los negocios, especialmente de ganado, logró la confianza del gerente de la compañía minera quien le propuso ser proveedor de carne para el campamento. El contrato fue suscrito por su madre porque no había llegado a la mayoría de edad. Fue el inicio de su exitosa trayectoria.

La empresa minera daba de comer a alrededor de 1.500 personas al día. Para conservar la carne en óptimas condiciones instaló frigoríficos gigantes, los primeros del país.  Alberto Hidalgo publicaba anuncios y recorría haciendas de las zonas aledañas de la provincia de Loja para comprar ganado en abundancia, a fin de cumplir el contrato, una de ellas fue Yaraco, de Isauro Borrero.

Conjuntamente con esos enormes frigoríficos se instaló una fábrica de hielo. Tulio Arturo Crespo Crespo, que era un agente proveedor, casado con Zoila Romero, ambos de Zaruma, conoció de cerca el montaje, manejo e insumos necesarios para su funcionamiento.

En la medida que el tiempo transcurría la idea de establecer una fábrica de hielo más pequeña en la ciudad de Loja iba tomando fuerza, hasta que adoptó la decisión y a mediados de 1940 la instaló en un amplio terreno situado en la calle Rocafuerte y Juan José Peña, siendo la primera en nuestra urbe.

Todos los días los bloques de hielo eran transportados envueltos en aserrín, utilizando una carreta tirada por caballo que permanecía estacionada en las afueras del local para su alquiler.   

Con la producción de hielo apareció en Loja el negocio de pequeñas máquinas importadas para elaborar helados en las casas. Se llamaban heladeras, una especie de balde de madera con un cilindro de metal en el centro, que daba espacio para poner trozos de hielo con sal en su alrededor. Con una manivela se hacía rotar manualmente el cilindro hasta lograr el punto preciso y saborear los más deliciosos helados, cuya fórmula estaba en la inspiración, la creatividad y el corazón de nuestras madres. Los muchachos éramos los encargados de manipular la manivela hasta sentir adormecido el brazo.

Posteriormente, Sergio Eduardo Romero Valarezo, zarumeño, quien conoció a su esposa Rosa María Celi cuando fue agente de la Singer, llegó a Loja en 1954 con su familia, a fin de establecerse hasta el día de su muerte. En la esquina de las calles Bolívar y Azuay, casa de un familiar, montó un gran micromercado, una especie de delicatesen con productos de calidad, algunos importados. Allí generó la iniciativa de adquirir una máquina de fabricación italiana marca Tylor para la venta de helados al público, a los cuales identificó con el nombre de “Villonaco”, que por su sabor y calidad se hicieron famosos, consagrando su propia marca. Fue pionero en esa actividad comercial.

Continuando con la charla, Marianita destacó que su tío, Monseñor Luis Alfonso Crespo Chiriboga, séptimo Obispo de Loja, también fue zarumeño.  A los once años de edad vino a estudiar en el Seminario Conciliar de Loja, en donde siguió sus estudios secundarios, así como los de Filosofía y Teología.

Su desempeño sacerdotal se circunscribió en la Diócesis de Loja. En 1937 recibió el nombramiento de Cura y Vicario Foráneo del cantón Celica. Allí laboró por siete años y ocho meses, y en su misión pastoral contribuyó significativamente al progreso de esa “Celestial” ciudad. Su mayor empeño fue la construcción de la carretera Celica- Catacocha.

En 1941 le tocó afrontar la invasión peruana, participando como organizador de la defensa de la población. Fue nombrado Teniente del Batallón Montufar asentado en esa plaza y como tal prestó los servicios que le incumbían. Vestido con el uniforme castrense marchó a la frontera acompañando al ejército ecuatoriano en el frente de Sabanilla.

A partir de su designación como Canónigo vino a trabajar en esta ciudad de Loja. Una de las más importantes funciones que ejerció fue el rectorado del Colegio Particular Católico “La Dolorosa”, por siete años.

Monseñor Luis Alfonso Crespo Chiriboga, eminente obispo, sacerdote, patriota y formador de juventudes; admirado y querido por la colectividad lojana, falleció el 21 de septiembre de 1972 en Celica, luego de haber padecido una dolencia en Zapotillo donde cumplía una misión. 

El aporte en diversas actividades profesionales y productivas por parte de centenares de zarumeños radicados en Loja, ha sido muy significativo para nuestro desarrollo, y la hermandad con los lojanos se ha evidenciado a través de múltiples relaciones matrimoniales que dieron origen a numerosas y destacadas familias.

Lamentablemente, la codicia y voracidad por el precioso metal han puesto en riesgo a la encantadora y mágica villa de Zaruma, una joya arquitectónica y cultural en el sur del Ecuador.