Sabiduría en la vida

P. Milko René Torres Ordóñez

Una de las grandes celebraciones de la Iglesia es la de este domingo: Solemnidad de la Santísima Trinidad. Para desarrollar una elemental introducción a este tema lleno de complejidad voy a hablar de dos términos: misterio y sabiduría. La palabra misterio es un hecho cuya naturaleza, causa, origen o razón de ser no tiene explicación o no se puede entender. También podemos decir que se trata de un tema secreto o, quizá, reservado. Por su parte, la palabra sabiduría es un conjunto de conocimientos amplios y profundos que se adquieren mediante el estudio o la experiencia.

Es muy común hablar de la facultad de las personas para actuar con sensatez, prudencia o acierto. Dios es misterio, sabiduría creadora. Nosotros no dudamos de la existencia de Dios. Admiramos sus atributos para fortalecer nuestra razón de estar y ser en el mundo. Los autores que hablan de Dios en la Sagrada Escritura llegan a personificar la sabiduría para explicar la creación del mundo. Es el poema más hermoso que canta el amor de Dios en el hombre. El profeta Isaías habla del “Dios con nosotros”. Podemos atrevernos a decir que Dios sale de sí mismo para habitar en el hombre. En un contexto menos filosófico, la sabiduría es vida. Dios se ha hecho vida para el hombre para que él la tenga, y la tenga en abundancia. La sabiduría llegó a nosotros por medio de Jesucristo. Todo cuanto existe, para el bien del hombre es la perfecta manifestación de esta sabiduría. El mundo no se construye sin la sabiduría de Dios. Hacerlo, como el hombre ha querido, al margen de la sabiduría divina implica caminar hacia el caos total, destrucción y muerte.  Jesucristo es la imagen de Dios. San Juan, en su Prólogo, profundiza este misterio: “Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”. Quien ve y escucha al Hijo, ve y escucha al Padre. La pedagogía paulina quiere subrayar el significado del misterio de la revelación, gracia pura, en Jesucristo, al que llegamos por la fe. Vivir, tanto más que experimentar la gloria de Dios, significa gozar de su amor y de su sabiduría. Dios entrega su amor sin límites al hombre, su máxima obra creadora. Dios se da en Jesucristo a través de su Espíritu Santo. Por lo tanto, aquel misterio que parece inaccesible para nosotros se convierte en la más grande donación de sabiduría y de gracia. Misterio y Sabiduría son redención y salvación. El Evangelio es todo cuanto estamos diciendo. Jesús anuncia la misión y la presencia del Espíritu Santo. Es luz que acompaña. Nosotros caminamos hacia el encuentro con Dios con la energía que viene de esta luz. Hoy, más que nunca, la necesitamos. No debemos apagar este brillo en nuestra existencia. San Juan de la Cruz dice que el Espíritu Santo es una lámpara de fuego. El amor va de la mano con la verdad, necesaria, práctica y real, que vive en cada corazón. Amar sin medida es el SOS que nos mantiene con vida.

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