Fernando Oñate-Valdivieso
El libro del Éxodo nos presenta la épica historia del pueblo de Israel, liberado de Egipto por la mano de Dios y conducido luego a la tierra prometida a través del desierto, en un viaje que tardaría 40 años en completarse. Durante el trayecto, experimentaron todo el poder del Señor, pero a pesar de ello, varios deseaban regresar, quizá extrañando su vida en Egipto, olvidando los padecimientos sufridos allí por generaciones. Transitar el desierto no era tarea fácil; y aún así, Moisés nunca consideró volver atrás, pues confiaba en la promesa y sabía que lo que estaba adelante era infinitamente mejor.
Jesucristo, conociendo nuestra naturaleza, nos exhorta: “Entren por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y espacioso el camino que conducen a la perdición; por eso muchísimas personas los prefieren. En cambio, estrecha es la puerta y angosto el camino que conducen a la vida, y muy pocas personas los hallan” (Mateo 7:13). ¿Porqué la puerta es estrecha y el camino es angosto?, simplemente por que el camino que lleva a la salvación implica dejar muchas cosas atrás, transformar lo que éramos, negarnos a nosotros mismos, y eso para muchos, es un duro proceso. Cuando aceptamos a Cristo Jesús como Señor y Salvador, empezamos a caminar por ese camino angosto y la tentación de volver atrás, aún perdiendo todo lo ganado, suele presentarse.
En lugar de considerar volverse atrás es necesario comprender que: a) la adversidad es parte del camino; tendremos dificultades, pero el Señor nos da la fuerza para sobreponernos, “no nos dejará ser probados más allá de lo que podamos resistir, sino que dará también juntamente con la prueba la salida, para que podamos soportarla” (1 Corintios 10). b) El pasado malsano debe quedar atrás, recordarlo no es una opción saludable. Jesucristo nos dice que “El que pone la mano en el arado y luego mira atrás no es apto para el reino de Dios” (Lucas 9). c) Si los errores cometidos nos quieren alejar del camino, recordemos que el arrepentimiento es clave para nuestra restauración, “el Señor es compasivo y misericordioso. Si nos volvemos a Él, jamás los abandonará” (2 Crónicas 30). Y, d) Es necesario proseguir; la perseverancia es requerida en el camino del Señor, el apóstol Pablo lo ilustra cuando nos dice “olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3).
Como dice el adagio popular: ¿volver atrás?, ni para tomar impulso.