Milko René Torres Ordóñez
Varios amigos han comentado mis artículos de reflexión. Les agradezco. En todo momento, lugar y tiempo, la alegría de escribir es el principio que me guía. La tarea de evangelizar a través de las redes sociales requiere dedicación y empatía, no solamente con normas, sino con el nivel de coherencia básico que supone cuidar las ideas que alimentan nuestra vida espiritual. En las páginas de la Sagrada Escritura encontramos mucha riqueza. La Palabra de Dios tiene un sentido desbordante. Es una bendición. Es la fuente de agua viva, culmen de la vida cristiana, como el amor y la libertad.
Dios escribe y habla así. El autor del Eclesiástico nos enriquece con tres palabras clave: libertad, interioridad, decisión. Transcribo una frase: “Grande es la sabiduría del Señor, fuerte es su poder y lo ve todo. Sus ojos miran a los que le temen, y conoce las obras del hombre. A nadie obligó a ser impío, y a nadie dio permiso para pecar”. Dios creó todo cuanto existe con el poder y la fuerza del amor. Es libre para amar con un amor misterioso, eficaz, incluyente. A quienes eligió los amó y predestinó con la finalidad de que se constituyeran en discípulos y misioneros. El amor vive en el interior de cada ser humano. El hombre, como consecuencia de ello, nació de Dios y para Él. Dijo san Agustín que nuestro corazón siempre estará inquieto hasta que no descanse en Él. La magia de la Palabra de Dios es alimento, bálsamo, entrega total, que tiene que permanecer como semilla. germen de vida y perfume de santidad. Cuando san Pablo habla a los Corintios distingue la naturaleza de la sabiduría, que está en este mundo, pero que no es de aquí, ni tiene que ser expropiada por los príncipes de este mundo. San Mateo en el texto del Evangelio de hoy comparte la fuerza de su gran noticia con una invitación a confiar y a creer en Jesús:” No he venido a abolir la Ley y los profetas…he venido a dar plenitud. Pasarán el cielo y la tierra antes que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley”. Nos chocamos con un planteamiento obvio y sencillo. ¿Nos quedamos en estado de shock? Tenemos que asimilar el verdadero sabor de la esencia y la frescura de cada bienaventuranza. La simplicidad del Evangelio de Jesús cala con hondura en nuestro tiempo. Con una frase tomada de la observación de la realidad el color de la historia recupera la tonalidad que una obra maestra exige. Nuestra manera de hablar debe ser asertiva, sin titubeos o ambigüedades. Queremos que sea Dios quien nos motive, no el maligno. El amor oblativo gana con holgura a la materialidad de las cosas mundanas. La propuesta de Jesús es determinante. Amamos porque hemos sido creados con libertad, pero con responsabilidad. Al ser humano debe bastarle la búsqueda y conquista de su verdad. Hablar del amor con el síndrome del relativismo podría llevarnos a un mal discernimiento. Evitemos, es justo decirlo, conformarnos con una ley materialista. Vivamos en armonía. La libertad divina enriquece la libertad humana. Tomemos la mejor decisión. Salgamos de los muros.