08 de marzo, Dia Internacional de la Mujer

Campos Ortega Romero

campolin2010@hotmail.com

El Día Internacional de la Mujer, que se celebra el día 08 de marzo, de cada año, y está reconocido por las Naciones Unidas, a nivel mundial, nos recuerda y ubica a las mujeres en el centro de la reflexión de cuánto han logrado y cuánto deben conquistar para una plena igualdad social entre hombres y mujeres; marcando en el mundo una meditación de las mujeres y su situación como objetos de discriminación social. La idea del Día Internacional de la Mujer surgió al final del siglo XIX, que fue, en el mundo industrializado, un período de expansión, turbulencia y crecimiento fulgurante de la población e ideologías radicales.

Recordamos que, en la ciudad de Nueva York, el 08 de marzo de 1857, murieron 139 mujeres mientras luchaban por mejorar sus condiciones laborales, incluyendo la jornada de ocho horas y la eliminación del trabajo nocturno. Estas obreras de una hilandería fueron encerradas y quemadas dentro de las instalaciones fabriles, como única respuesta a sus reclamos, ante la pasiva presencia de policías y patrones. Más tarde, fueron mujeres y socialistas quienes, por primera vez, recordaron a estas mártires del siglo XIX. En 1910, al realizarse la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, se propuso al 08 de marzo como jornada de lucha por los derechos de la mujer y a la vez, como recordatorio y homenaje de las obreras de Nueva York. En 1975, las Naciones Unidas proclaman el 08 de marzo como el Día Internacional de la Mujer.

Acciones como estas nos recuerdan, sin duda alguna, que la mujer se constituye en arquitecta de la sociedad, precisamente porque la creación de la sociedad empieza por la mujer: madre creadora, transmisora de vida, de valores y paradigmas para sus hijas e hijos, ejemplo que reproducirán y nunca olvidarán. Tanto hombres como mujeres, han sido educados por la madre, ya que el padre no siempre ha tenido una presencia continua en el hogar. Ancestralmente, la madre ha sido responsable de cuidar el fuego del hogar y transmitir su sabiduría a la siguiente generación.


Sin embargo, de ello, el sistema capitalista, donde impera una doble moral, en que los valores están impuestos por los intereses de los grupos dominantes, así, la doble moral es estricta en cuanto se refiere a la conservación de la propiedad privada. Y la familia pasa a ser el instrumento básico para la conservación del status quo. Es inmoral, entonces, “como ocurre con la censura cinematográfica” todo lo que atañe al sexo, es inmoral el robo, pero no es inmoral la explotación inmisericorde de la campesina y de la obrera.

En este juego, la sociedad proscribe todo lo que atenta contra su núcleo básico. Pero es incapaz de hacer desaparecer las manifestaciones más extremas y hasta usufructúa solapadamente de ellas. Tal es el caso de la mujer —objeto—, cuyo cuerpo se explota en los espectáculos, o de la prostitución. En todas sus variantes la mujer ecuatoriana es producto y víctima del sistema imperante actual.

Frente a esta cruda realidad, saludamos, con el corazón en llamas, a la mujer ecuatoriana, a la mujer lojana en nombre de la señora de la esquina que en el fogón hace caldos los domingos. La chiquilla del frente que tiene su primer romance tras el tapial. La mayor que está lavando las letrinas del hotel. La campesina de la Sierra que es, simultáneamente, artesana, agricultora y madre. La indígena del Oriente, la costeña que cocina los cangrejos. Aquella mulata que baila el sábado al son de la marimba. La enumeración puede ser interminable. Más aún en un país subdesarrollado y dependiente como el nuestro, por ello saludamos a todas las mujeres de nuestro país.

Cantamos a la mujer madre que sentada en un rincón del patio, ve elevarse la
sonrisa de sus hijos como globos de colores mientras espera… Espera un mundo en paz para este siglo que comienza. Cantamos a la niña en la calle que sola y perdida deambula con su manita estirada en una súplica muda, mientras espera… Espera un castillo de ilusiones rotas.


Cantamos a la maestra que con paciencia infinita dirige los torpes deditos de una pequeña mano en sus primeros intentos, mientras espera… Espera el milagro de un mundo de letras, de música y sonido con ecos. Cantamos al ama de casa que en su condición de objeto aún espera… Espera el milagro de cada día con la inocencia prístina de un rayo de sol en una gota de rocío. Cantamos a la mujer ancestral, que elevándose a través de los siglos protege la vida como milagro divino. Cantamos a las mujeres-madres que en su intuitiva sabiduría nos enseñaron a valorar la sencillez de las cosas… En fin, cantamos a la mujer anónima de nuestra ciudad, provincia y país que con su ejemplo y esfuerzo elevan el pendón de la lucha, la ternura y la paz. Así sea.