Por las formas elocuentes
de la noche en tus pestañas
se dibujan las mañanas
en un mar desfalleciente.
Por la dermis fluorescente
de los pétalos sinuosos
el bullicio cadencioso
te subyuga suavemente.
Agua clara en tu cascada
fluye rauda y bulliciosa
se bifurca esplendorosa
en tus manos sonrosadas.
Las espigas maduradas
se entretejen sin recelo
y en los límites del cielo
se diluyen en bandadas.
A lo largo del sendero,
los fantasmas milenarios
nos despiden solidarios
de este espacio lastimero.
Y tus ojos, en enero,
son la luz al infinito
para el hombre de granito
con ropaje de guerrero.
Al final de tu mirada,
que hace fuego y laberintos,
se despiertan los instintos
en las lenguas desbordadas.
Tentaciones y otras formas
nos asaltan por la noche
cuando el cuerpo en cruel derroche
se hace trizas y deforma.
Cuando más se hacen penumbra
los antiguos ventanales
con estigmas fantasmales
a tus ojos se acostumbran.
Tu silencio me traspasa
al final de una palabra
que se tuerce y me taladra
tristemente…y nada pasa.
Obsesiones sin futuro
ni tampoco una vivencia
se dibujan con urgencia
entre rezos y conjuros.
Solamente una esperanza
se acomoda en mi bolsillo
y es testigo del idilio
que ha nacido con prestancia.