Modos microscópicos y psicolingüística de la lectura

Galo Guerrero-Jiménez

Leer de un modo microscópico sigue siendo aún un espacio mental que potencia al más alto nivel cognitivo nuestra capacidad psicolingüística para que el pensamiento que segrega todo acto lector sea el más altamente significativo, en cuanto es la expresión de nuestro nivel intelectual y emocional para aprender a disfrutar de ese hecho lector, a reflexionar y a criticar positivamente el mundo de las ideas que pululan abiertamente en el texto escrito, y que le sirven para orientarse en la vida cotidiana que todo lector lleva a cabo de manera normal, como cualquier otro ciudadano que socialmente se desenvuelve con relativa normalidad.

Hay muchas ideas que quizá no se dejan descifrar en el texto,  dado que el lector no está aún preparado para recibir y procesar toda esa exquisitez de lenguaje que descansa pragmáticamente en el texto, y que necesita algunos acomodamientos mentales para que el lector pueda detectar aquellos acontecimientos narrativos, poéticos, científicos, filosóficos, descriptivos o informativos que pueden llegar a tener un profundo significado para su vida, sobre todo, en el caso de los estudiantes que en cualquier nivel educativo leen en formato físico o desde el encuentro con el mundo digital; pues, la lectura, en cualquiera de los formatos que el lector y, sobre todo el estudiante, haya escogido, adquiere un comportamiento intelectual, psicolingüístico y de disfrute, el cual es, quizá, el elemento de más incidencia emocional para que haya un “grado de significatividad que le atribuya a la lectura. Esto implica que, mientras más significado para su vida cotidiana encuentre el lector en el texto, su relación con la lectura será más fuerte. Así, si el estudiante puede aplicar las ideas leídas en la vida cotidiana, la lectura dejará de ser un ejercicio aburrido que solo sirve para pasar un examen” (Ministerio de Educación, 2018).

Pues, en la medida en que aprenda a leer de un modo microscópico, es decir, cuando pone en juego, en ese instante de lectura, la atención “para leer de otro modo y así cortar el flujo de lo que no se deja descifrar” (Piglia, 2015) entonces, el acto lector se detiene en una idea, en un enunciado, o, aunque sea en una sola oración, por corta o larga que sea, y que, de cualquier manera le llama la atención. Esa llamada de atención, ese detenerse para saber qué es lo que le quiere comunicar a su cerebro que, si logra detenerse para repensar lo que ahí aparece, ya no de manera literal, sino inferencial; pues, ese es el acto microscópico, es decir, mínimo, a veces minúsculo, pero profundamente significativo para su conciencia, puesto que sobre las palabras que ha leído, le asalta, en ese instante,  como señala Pep Albanell, “un momento especial en el que, con el índice entre las páginas, cierras el libro y entrecierras los ojos para dejar que lo que acabas de leer te penetre lentamente, resuene en tu interior, se expanda dentro de ti y se integre en tus recuerdos, en tus sensaciones, en tus ideas…” (2002).

Se trata, a veces, de pequeñas porciones de lenguaje que, psicolingüísticamente, nos llegan de un porrazo a nuestra mente, como si se tratase de un soplo divino que nos dice algo en lo más profundo de nuestra subjetividad. Incluso, este acto microscópico puede darse después de largas horas de lectura cuando ya ha finalizado la lectura total del texto, y el lector saca a luz, sin ninguna dificultad, sus conclusiones. Y esto se debe a que, “el papel del lector, sobre todo en la sociedad del conocimiento, es un papel activo. Por tanto, una vez comprendidas las ideas principales del texto, una vez recapituladas las acciones relevantes, es necesaria la formulación de opiniones sustentadas para desarrollar el pensamiento crítico” (Ministerio de Educación, 2018) que es el que mejor nos encamina a tomar posesión en el mundo, ante todo, cuando nos surge la gran inquietud de preguntarnos qué podríamos escribir después de leer.