¡No llegan las lluvias!

Este sol endemoniado

nos calienta la cabeza;

nos arroba, da pereza,

nos desinfla de contado.

Con el cuerpo chamuscado

subo, cruzo, voy y bajo

por la calle a mi trabajo

extenuado y sudoroso,

sobre piedras y cascajo.

El verano recurrente

nos agobia y entristece,

pues el agua no abastece

y el estío en inminente.

Legua seca va la gente

masticando sal y espuma

medio ciego entre la bruma

imprecando a taita Dios,

uno a uno, dos en dos,

tres en tres, pues todo suma.

Dijo ayer un cura chumo:

ya mismito nos racionan

el agüita y no perdonan

la planilla de consumo.

Con el fuego viene el humo

en los cerros circundantes

y en segundos, en instantes

se convierten en eriales

chamuscados y banales,

yermos, mustios y humeantes.

Sin las lluvias fresquecitas

no hay el líquido vital,

se reseca el pajonal

y se mueren las plantitas.

He pedido a santa Rita,

san Pedrito con esmero

que nos manden aguaceros

y nos mojen la campiña

donde juegas, niños, niñas

entre brisa y limoneros.

En las aulas escolares

el calor es un tormento,

es tortuoso sufrimiento

regresar a los hogares.

Se derriten los glaciares

y el calor de los océanos

va subiendo mis paisanos

sin que pueda revertirse;

solo queda corregirse

de los actos inhumanos.