Efraín Borrero E.
A inicios del siglo XIX, Loja entra en un período de estancamiento luego de su florecimiento por el negocio de la cascarilla. Muchos años atrás también terminó la extracción del oro en el oriente y en Zaruma, que era jurisdicción de Loja. De esa descomunal riqueza solo quedó un remoto recuerdo para Loja, que era el centro logístico. Félix Paladines agrega un aspecto más: “las fuertes exacciones y cuantiosos préstamos que se exigió a la provincia y que jamás se devolvieron, para subvenir a las campañas bolivarianas por la independencia americana”.
A ese estancamiento se sumó el aislamiento por falta de vías de comunicación. Los pocos caminos que se lograron construir fue producto de mingas y donativos; es decir, del esfuerzo ciudadano.
De todas maneras, el negocio de la cascarilla posibilitó la acumulación de grandes capitales, no obstante que los comerciantes locales, incluyendo los que vinieron en una ola migratoria desde otras latitudes del actual territorio ecuatoriano y de Colombia, retenían una pequeña porción de la ganancia generada, el resto iba en beneficio de comerciantes de Piura que eran intermediarios de los limeños; y, principalmente, de los ingleses que obtuvieron el mayor provecho por los bajos precios que pagaban, sin embargo de la altísima cotización de la cascarilla en los mercados europeos.
Los piuranos estaban prevalidos de contar con el puerto de Paita, ubicado sobre una amplia bahía a orillas del océano Pacífico, que desde su fundación en 1532 fue considerado un punto importante.
La conexión económica de lojanos con los peruanos norteños devino en relaciones familiares a través de vínculos matrimoniales. Alba Moya Torres señala: “La penetración de los piuranos a las más importantes regiones abastecedoras de cascarilla de la Audiencia de Quito ocurrió en la época de bonanza que vivió cada una de ellas. La primera oleada de comerciantes piuranos se orientó a Loja, en 1753. Al principio llegaron Manuel Mesones y Gregorio Espinoza de los Monteros, los mismos que permanecieron en Loja por cinco años. Luego llegaron Francisco Trelles y Juan Antonio Rendón”. Lo mismo ocurrió en sentido inverso, algunos comerciantes lojanos se afincaron en Sullana y Piura y tuvieron descendencia.
La alternativa de algunos lojanos fue el desplazamiento al campo para recurrir a la agricultura y ganadería dando lugar a la formación de grandes haciendas. La mira estuvo en sectores próximos a la frontera con el Perú con la perspectiva de generar centros de producción ganaderos para su comercialización, habida cuenta del despoblamiento ganadero que se había producido por el acrecentamiento de la extinción de vastas áreas de algarrobo en el bajo y alto Piura, y la falta de riego. “La producción pecuaria fue desplazada por el algodón”.
Pero, además, el interés se centraba en el intercambio de productos. Desde el Perú la oferta era muy amplia: algodón, que se producía como maleza en los campos, y los productos derivados de su abundante manufacturación; aceitunas, aceite de oliva, licores, sal y jabón, entre los más importantes.
En lo referente al Ecuador, Jorge Núñez Sánchez anota: “Por su parte, estudios ecuatorianos sobre la región de Loja revelan que ella se especializó, hasta casi mediados del siglo XX, en la producción y exportación de mulas, precisamente para atender los requerimientos de transporte de carga existentes en la región sur del Ecuador, que hasta los años cuarenta del siglo pasado aún mantenía fuertes vínculos comerciales con el norte peruano.
Junto con las mulas, otro elemento indispensable al tráfico mercantil en la región fue la elaboración de “cecina” y “charqui”, carnes secas y saladas de cerdo y vaca, respectivamente, que eran usadas como alimento por los arrieros y viajeros, y que también eran objeto de exportación desde la región lojana hacia el Perú”.
La imperiosa necesidad de complementar las economías abrió el camino para que ecuatorianos y peruanos de las áreas fronterizas logren constituir hermanadamente una unidad geográfica, económica, social, familiar y cultural, cuyas jurisdicciones territoriales tenían como común denominador la distancia a los centros del poder.
Los lojanos que decidieron desplazarse al campo adquirieron haciendas dotadas de tierras fértiles para la producción agrícola y especialmente ganadera a gran escala. Los sectores preferidos se localizaron en lo que hoy es Amaluza, Gonzanamá, Cariamanga, Sozoranga, Sabiango, Macará y Celica.
Con sus familias hicieron de esas heredades su hogar. Las mujeres en condiciones de dar a luz eran atendidas por parteras o salían en largas jornadas a los anejos más cercanos. Algunos niños recibían las enseñanzas de profesores contratados o de sus propias madres.
Desde las propiedades se arreaba la recua de mulas de carga y la partida de ganado al Perú, utilizando los senderos que conducían a Ayabaca y a La Tina. En el trayecto había sitios conocidos para un descanso obligado tanto para arrieros como para el ganado. A esos sitios se los conocía como “los pastos”, algo así como los tambos. El negocio de ganado en suelo peruano era mucho más rentable que el precio que se pagaba en nuestro territorio.
También se dio el caso de peruanos que decidieron adquirir fincas en la provincia de Loja, particularmente en Sozoranga, en donde formaron sus familias y se radicaron para siempre. Igualmente ocurrió con algunos lojanos que se afincaron en La Tina, Suyo, Sullana, Piura y Abayaca en el Perú, como es el caso de los Samaniego, Ramírez. Valdivieso, Sánchez, Burneo, Ojeda, Palacio, Borrero, González y Eguiguren.
El aporte que esos lojanos y sus descendientes brindaron al desarrollo de lo que hoy constituye el Departamento de Piura ha sido reconocido a lo largo del tiempo. Con relación a Suyo dice el historiador peruano Máximo Silipú Peña: “A don José Félix Ojeda Jaramillo, se le atribuye ser el fundador de este pueblo durante el siglo XIX, años antes de que don Ramón Castilla, en 1857, declare a Suyo como Distrito, ya que él donó estos terrenos donde hoy se asienta la ciudad”. José Félix Ojeda Jaramillo era un macareño dueño de la hacienda Santa Rosa en Suyo. Fue su primer alcalde.
Después de José Félix Ojeda Jaramillo otros lojanos residentes en esa zona fueron alcaldes de Suyo y son recordados por su trabajo fecundo, honestidad y calidad humana.
Un caso destacable es el del lojano Juan Vicente Eguiguren Riofrío, que se radicó en Piura y se constituyó en importante hacendado y comerciante. Ejerció la presidencia de la Junta Departamental de Piura y fue miembro del primer Directorio del Banco de Piura.
En su descendencia existieron ilustres peruanos diplomáticos y magistrados. El más connotado fue Luis Antonio Eguiguren Escudero que se desempeñó como alcalde de Lima, presidente del Congreso Constituyente, presidente de la Corte Suprema de Justicia, y alcanzó el triunfo en las elecciones presidenciales de 1936, que por razones políticas no fueron reconocidas.
En la actualidad algunas familias del norte del Perú descienden de lojanos, y otras en Loja descienden de peruanos. En las localidades fronterizas es común la relación matrimonial entre parejas de Ecuador y Perú.
Permítanme hacer una digresión pertinente para puntualizar que hace pocos días, en la ciudad de Lima, Perú, se llevó a cabo un maravilloso encuentro familiar binacional de los descendientes de Segundo Francisco Borrero Riofrío, casado con Mercedes Palacio Carrión, oriundos de Loja, algunos de los cuales se asentaron en Sullana, Piura y Lima hace muchos años. Esa descendencia corresponde a la cuarta, quinta y sexta generación.
Lo referido a breves rasgos demuestra en forma evidente que entre los pueblos de la región sur del Ecuador y norte del Perú existe una hermandad insoslayable que abona edificantemente al fortalecimiento de la integración fronteriza y a la consolidación de la macroregión Norperuana- Surecuatoriana, que, como expresa Paladines, “nos saca de la situación marginal que desde hace largas décadas hemos ocupado, y nos coloca en el centro de un macroespacio con un potencial económico muy robusto”.
A lo largo del tiempo, el empeño integracionista de los lojanos se ha puesto de manifiesto a través del establecimiento de ferias de integración fronteriza, como la de Macará en agosto de 1967 y la de Loja en septiembre, fortalecida en 1972 cuando los gobiernos de Ecuador y Perú celebraron el convenio que crea las ferias de Integración Fronteriza, aprovechando los eventos tradicionales de Loja, Macará, Machala, Piura y Tumbes.
Cuando se cumplió año y medio de haberse suscrito el acuerdo definitivo de paz entre ambas naciones, el 26 de octubre de 1998, el ilustre historiador lojano, Félix Paladines, dijo: “Los resultados de la integración se comienzan a sentir de manera muy objetiva: el flujo de turistas provenientes del Norte del Perú es creciente; se dinamiza el comercio y, consiguientemente, la producción. Las posibilidades de aprovechar ese crecimiento real del mercado abren un futuro muy prometedor para esta región el país”. Paladines nos legó un mensaje cargado de optimismo y esperanza por mejores días para esa gran macroregión.