Iglesia en salida

P. MILKO RENÉ TORRES ORDÓÑEZ

La Sagrada Escritura es el libro abierto y escrito con palabras de amor con un estilo que siempre agrada, cuestiona y enriquece nuestra vida. Podemos afirmar que existen tres claves para entenderla: Dios, Pueblo, Alianza.

Ellas alcanzan el nivel adecuado de comprensión en una sola frase: Un solo Dios que se une en alianza con su pueblo. De hecho, la Historia de la Salvación es un tratado de fe. Uno de los libros más emblemáticos, por su actualidad y el alto grado de compromiso, es el Éxodo. El pueblo, guiado de la mano de Dios, Padre, siempre está en salida. El acontecimiento de la Pascua, liberación y celebración eternas, señala la ruta de un pasado y un presente histórico. Yahveh, El que Es y Será, lo acompaña y lo forma con la pedagogía del amor. Él tiene entrañas maternas: “Cuando él clame a mí, yo lo escucharé, porque soy misericordioso”. Un anticipo a la misión de Jesús que va instaurar el mandamiento del amor en la misión de anunciar el reino de Dios con justicia social y fraternidad para todos. Nos falta asimilar esta novedad tan actual y muy necesaria, pero infravalorada. La tarea apostólica de la Iglesia, Pueblo de Dios, nunca se ha detenido. Hablemos de Pablo. Uno de sus primeros avances misioneros fue desarrollado en la comunidad de Tesalónica. El Apóstol recuerda a estos cristianos los comienzos de la evangelización, llena de satisfacción y no libre de dificultades: “Acogieron la Palabra entre tanta lucha con la alegría del Espíritu Santo”. Por ello, definieron el modo de vivir su libertad: “Abandonaron los ídolos y se convirtieron a Dios”. De modo más claro: acogieron a Jesucristo resucitado, en clave de la gozosa espera de su segunda venida al final de los tiempos. Él, Alfa y Omega, Principio y fin de todo, fue claro y directo con su pedagogía. Evangelizó su cultura, entorno y tradiciones. Actualizó la vieja ley mosaica. Las claves de su kerygma se sintetizan en dos: “Amarás al Señor tu Dios y a tu prójimo como a ti mismo”. Es el mandamiento más inocente y comprometedor: desafío, plenitud, totalidad, universalidad. Tanto el Sermón de la Montaña, como la propuesta que hace Jesús a un personaje rico, fortalecen el proyecto de salvación para los hombres que luchan por la justicia, la paz, en medio del mundo. De esta manera seremos hijos de un Padre justo que permite que el sol brille sobre los buenos y los malos: “Han oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo; pues yo le digo: “Amen a sus enemigos…”. Hoy, una enseñanza paradójica y urgente. Desde una visión eclesiológica, profética, el Papa Francisco, en el Sínodo de la Sinodalidad, proclama: “Me gusta pensar la Iglesia como este pueblo sencillo y humilde que camina en la presencia del Señor (el pueblo fiel de Dios). Este es el sentido religioso de nuestro pueblo fiel. Y digo pueblo fiel para no caer en los tantos enfoques y esquemas ideológicos con que es “reducida” la realidad del pueblo de Dios. Sencillamente pueblo fiel, o también, “santo pueblo fiel de Dios” en camino, santo y pecador. Y la Iglesia es esta”.