Explorar el alma de la gente

Efraín Borrero E.

Imaginemos escudriñar el alma de una persona, con la creencia que es la dimensión más importante de su ser, como la consideraba Platón, para lo cual tengamos que someterla a un escáner con un dispositivo especial para explorarla.

Claro que es una utopía, pero cómo quisiéramos que fuese una realidad contar con un medio para explorar el alma de las gentes, de aquellas personas que en coyunturas político electorales asoman como redentores y salvadores de la patria, y aquellos candidatos que cautivan al pueblo ingenuo que cree en su verborrea demagógica ofreciendo el oro y el moro.

Cómo poder explorar esas almas para conocer sus reales intenciones; cómo conocer cuanta hipocresía allí se anida o su sincera manifestación cívica de ejercer una función pública al servicio del país, especialmente para reducir la inequidad social.

Al margen de esa fantasiosa imaginación nos queda la valoración objetiva y real de quienes aspiran erigirse como nuestros representantes (palabra mayor) para cumplir el mandato expreso consignado a través de nuestro voto en las urnas. Valoración que sólo será posible si conocemos su trayectoria de vida con evidentes muestras de honestidad; su trabajo fecundo y productivo a lo largo del tiempo; el conocimiento cabal sobre nuestra realidad y su visión económica y social, así como su enfoque sobre los derechos que amparan a los ciudadanos, entre otros aspectos.

A la luz del proceso electoral del 2021, quienes se propongan ser candidatos para asambleístas tienen que demostrar que están a la altura de esa valoración, caso contrario la vieja historia parlamentaria de la Función Legislativa seguirá su curso ante nuestra mirada impávida. Los incapaces estarán a la espera de las «instrucciones superiores» para levantar su mano y procurarán ser parte de las prebendas «coyunturales»; los audaces y oportunistas harán gala de su afán desesperado por alcanzar el poder para lucrarlo en beneficio personal y de los grupos que los rodean, y los miserables para disfrutar de los diezmos. Mientras tanto la suerte del país por los suelos.