Elecciones legislativas de 1979: donde manda Assad no manda Julio César

César A. Correa J.

En 1978 debían realizarse la primera y segunda vueltas de la elección presidencial, pero como luego de la primera vuelta Roldós quedó de seguro ganador de la segunda, la oligarquía interrumpió el proceso, con la anuencia de los dictadores militares. Vinieron las negociaciones y finalmente se tranzó en que al mismo tiempo que se votaría para presidente, se elegiría legisladores.

En la provincia de Loja la CFP no tenía más que dos figuras, el Dr. Jorge Mora Ortega y el Lic. César Briceño, que no manifestaron su intención de terciar como candidatos por el binomio Roldós-Hurtado; en la Democracia Popular, que aún no se hallaba inscrita legalmente en el Tribunal Supremo Electoral, había consenso para que la lista la encabece José Bolívar Castillo, que en esas circunstancias se daba por descontado que así sería.

El asunto no se decidió en Loja. Se decidió lejos, entre el dueño de CFP, Assad Bucaram, y el presidente de la DP, Julio César Trujillo. El mango de la sartén estaba en manos de Bucaram, que no le concedió a la DP más que un espacio para Trujillo, otro para Wilfrido Lucero y dos más, dejándolo fuera al Chato Castillo.

Cuando se conoció el nombre del escogido por Assad Bucaram el asombro fue general y una decepción para la mayoría de partidarios de Roldós. Se propuso el nombre de un lojano residente en Quito, que no se lo conocía en la ciudad de Loja, peor en el resto de la provincia, que no se lo había visto para nada en la campaña electoral y que venía a posponer a elementos que vivían en Loja. El primer puesto de la lista Bucaram le asignó al Lic. Edgar Garrido.

¿Cómo consiguió la postulación el Lic. Edgar Garrido, si nadie de la provincia lo había pedido, ni encuesta alguna lo aconsejaba? No conozco la respuesta. Edgar, que salió elegido con el mínimo de votos que la ley contemplaba, le brindó un gran triunfo al Partido Conservador y le dio 5 años más de oxígeno al Coronel Rafael Armijos.
¿Qué aprendimos? Que los intereses de las cúpulas de los partidos están por encima de los intereses de las provincias. ¿Qué hicimos posteriormente? Luchamos hasta conseguir que las primarias sean obligatorias, aunque el reglamento es muy imperfecto y permite que se hagan simulacros, por lo que hay que reformarlo. Al cabo de 2 décadas el Chato aprendió la lección entera y ya en el siglo XXI formó su propia organización provincial. (O).