Esos niños y jóvenes a los que llaman alumnos

La educación de la niñez y juventud siempre será un tema de capital importancia para toda sociedad. Aunque parezca trillada la frase, “según como los eduquemos será su futuro y el del país”, junto a la Unión Nacional de Educadores, muchos docentes día a día han dedicado su esfuerzo por la construcción de una patria nueva, equitativa y solidaria, aspiración que penosamente se posterga por el desinterés de los gobiernos de turno.

Hay que reconocer que la escuela y la familia han centrado más su atención en la instrucción y menos en la educación. Este artículo pretende ser y hacer un sencillo llamado a los maestros que tienen en sus manos la tarea pedagógica, con la finalidad de que en estos tiempos de pandemia, traten menos aquellos contenidos irrelevantes y den mayor importancia a la correcta expresión oral, al pensamiento crítico y a la investigación, que los motive a buscar respuestas a sus preguntas y no a consumir las ideas y respuestas que otros les ofrecen.

Para ello, el maestro necesita tener vocación para educar y respeto sin límites hacia sus alumnos; necesita dominar la asignatura que imparte y sentirse cada día motivado a investigar y profundizar en el conocimiento; algo básico es el manejo de métodos y técnicas de enseñanza que le ayuden a llegar a todos y cada uno de sus alumnos teniendo en cuenta las diferencias individuales. Solo así, la escuela garantizará el crecimiento humano de alumnos y maestros para que juntos se adentren en el mundo del conocimiento y la cultura, de la ética y los principios que rigen la educación emancipadora.

Por desgracia, durante la época neo revolucionaria, los presidentes Correa y Moreno desvalorizaron la profesión docente, decretando que cualquiera asuma la tarea de enseñar. Sin embargo, y desde el gremio unionista enfatizamos que, a las aulas no debe ir a enseñar nadie que no haya sido preparado para la docencia, porque esa preparación será lo único que garantice que labor educativa sea exitosa a la hora de formar hombres y mujeres pensantes y capaces de asumir el rol protagónico de sus vidas y del país.

Esos niños y jóvenes a los que llaman alumnos, a los que el gobierno y el ministerio de educación miran como una masa amorfa, nosotros los profesores de pensamiento crítico tenemos que ser capaces de reconocerlos como individualidades y únicos a los que debemos tratar y ver como seres humanos, con sus propias características para ayudarlos a cada uno a alcanzar el anhelado buen vivir. Esos serán los hombres y mujeres que pueden cambiar los destinos del Ecuador, que puedan trabajar y asumir con responsabilidad y honestidad las funciones públicas para el bienestar de todo el pueblo.

Finalmente, un llamado a trabajar juntos de modo que nuestra labor educativa contribuya a la creación de ese “hombre capaz de llevar luz en la frente, capaz de crear y crecer” al que se refirió José Martí en su poema “Yugo y Estrella”.