La cercanía a la fiesta de la Navidad, nos recuerda que el mes de diciembre siempre ha poseído la connotación amorosa, la representación del renacer del ser, inmutable y sereno, pero el hombre y la mujer se han dado a la tarea de hacer de este tiempo de mercadeo, conflicto de tristeza, de dolor por no poder dar a los suyos una representación de su afecto. La unión familiar no se expresa de la manera adecuada, estamos en unión pero no lo estamos. Nuestros niños tienen los juguetes, pero no tienen los padres, que jueguen con ellos, porque están ocupados en sus conversaciones de adultos. Los niños se meten en sus mundos de juegos y sus padres en sus mundos de adultos y la familia va tomando una connotación, de tú en tu mundo y yo en el mío. Sin darnos cuenta que el amor se entrega a través de un abrazo, de un beso, de una caricia. Nosotros hemos etiquetado el amor en una joya, en un vestido, en un juguete… así la humanidad, sobre todo la actual se ha convertido en esclava del dinero y de la mayor ganancia posible, carente de valores y miedos como producto de la vigencia del temor, es por ello que la Navidad ha perdido su sentido.
Consideramos que todas y todos los ecuatorianos debemos trazarnos nuevas metas en la formación del ser social del nuevo hombre del mañana, si queremos asegurar un futuro promisorio de nuestra sociedad en beneficio de todos quienes integramos nuestro querido país. Y una de las metas diseñadas debe ser: frente a la vigencia de la cultura basada en el temor, la práctica de una cultura del amor. Para desterrar para siempre la cultura basada en el temor, que tiene su base y estructura en el miedo, miedo a equivocarnos ante los demás; y, lo más grave es que el miedo se constituye en un freno muy efectivo que impide dar rienda suelta a la creatividad natural, miedo que se constituye en cadenas y aduanas que no nos permiten seguir adelante y realizarnos como personas. Entender que la cultura de miedos y de temores ocultos, no son otra cosa que imaginarios que nos pueden frenar nuestros ideales, como si fueran paredes de concreto a nuestro alrededor, si no comprendemos la situación, de hecho estas paredes imaginarias son así de peligrosas justamente porque ni siquiera somos conscientes de que no existen ni de que nos están frenando, para rescatar al hombre y mujer de nuestro tiempo y decirles que sí podemos, que somos importantes en el mundo, para convertirnos en seres críticos y reflexivos.
La vigencia de la cultura basada en el amor Maturana señala: “Al hablar, implicar o evocar a la biología del amor, lo que hacemos es hablar, implicar o evocar las condiciones sistemáticas de constitución evolutiva y ontogénica de lo humano, la biología del amor es una revelación de los procesos biológicos que nos constituyen como la clase de seres que somos y que podríamos dejar de ser. El amor es una emoción, un modo de convivir, una clase de conductas relacionales entre seres vivos, es la emoción que constituye y conserva la conciencia social”
Reflexionamos que el amor es tratar a la otra persona como nos gustaría que nos tratasen a nosotros, como entes sociales, simple y llanamente como personas, con deberes que cumplir y con derechos que exigir. La cultura del amor no solo es responsabilidad del sistema educativo del país, más bien responsabilidad de todos, comenzando por el núcleo más importante de la sociedad la familia, declaramos así, porque el problema de la cultura del temor es estructural, luego de la familia, su aplicación debe verse reflejada en los centros de educación, las empresas, sitios de trabajo, de diversión, deportivos, todos podemos contribuir plenamente a la aplicación de la cultura basada en el amor y con ello a mejorar la calidad humana y el bienestar social. Usted tiene la palabra. Así sea.