Declaración universal de los DD.HH.

El 10 de diciembre de 1948, la Organización de las Naciones Unidas proclamó al mundo entero la “Declaración Universal de los Derechos Humanos”, derechos que no nacían en ese momento, ni eran otorgados por dicho cuerpo colegiado mundial, sino que ´los líderes mundiales, luego de una evaluación de las secuelas de la segunda guerra mundial, comprendieron las luchas históricas que por años emprendieron hombres y mujeres en la búsqueda de paz, justicia, libertad, dignidad, respeto, entre tantos otros derechos que son innatos a la persona y que venían siendo violentados y vulnerados por gobernantes y líderes.

Traer a la memoria dicha declaración universal expresada en 30 artículos, cuyo centro es la persona, siendo su principal derecho el de la vida y en ella se conjugan el derecho de vivir en libertad, igualdad y dignidad y a comportarse fraternalmente unos a otros; a no ser discriminado por ninguna razón social, religiosa, cultural, condición de sexo u origen; a tener un trabajo digno, recibir educación, protección del estado y la justicia, a la presunción de inocencia, a circular libremente, a pensar y expresar sus opiniones, etc., correspondiendo a los estados y sus gobernantes garantizar el fiel cumplimiento de los mismos en su legislación.

Como cada año, el 10 de diciembre debe llenarnos de tristeza porque en muchos lugares de la tierra, en muchas situaciones del mundo, no se respetan ni se cumplen. Campean leyes que atentan al más sagrado derecho el de la vida, se crean leyes para acumular riqueza favoreciendo monopolios que explotan la tierra de los pobres y siembran la injusticia y la violencia.

También el 10 de diciembre debe ser una invocación a ejercitarnos hacia una conversión personal y colectiva. Cada uno debe vivir la justicia en la familia, en el trabajo, observar un comportamiento fraterno y amigable con sus semejantes, respetar la “otredad” de las personas, luego, los líderes y gobernantes que gobiernan y legislan a cada uno de sus pueblos y culturas deben ser artífices de vida cuidando y respetando la vida humana y la vida de la naturaleza que es hogar común de todos los conciudadanos

La conversión nos lleva a un compromiso para eliminar la violencia y sembrar la paz, desterrar el individualismo y sembrar la fraternidad, acabar con la injusticia y discriminación para abrir las puertas a la dignidad y buen nombre de la persona. Destruir la muerte y el descarte para que la vida de frutos y frutos abundantes en favor del bien para todos.

Hago un llamado a conocer y saber nuestros principales derechos universales y naturales: a la vida, a la salud, a la igualdad, a la alimentación, a la libre expresión, al estudio, a la cultura, al libre tránsito, al nombre y nacionalidad y levantemos la voz de protesta cuando no son respetados hagamos uso correcto de la conciencia y la inteligencia para pensar y desarrollar el bien de nuestra vida y de la de los demás.