Todo vuelve en par de chinches
a la vuelta de la tarde,
sin hacer tamaño alarde
entre amigos y compinches.
Pasa todo en un minuto
y la vida se hace corta,
que hasta el alma queda absorta
en un punto diminuto.
La rutina de la vida
nos invita a contemplar
todo aquel que al caminar
va en bajada o en subida.
En sus rostros se divisa
la alegría o desazón
que atormenta al corazón
o se alinea en su sonrisa.
Pasan chicos estudiantes
con mochila a sus espaldas,
pasan chicas con sus faldas
tan cortitas y elegantes.
Pasan muchos estudiantes
con cuaderno bajo el brazo
caminando paso a paso
muchas veces tambaleantes.
Pasan damas bienolientes
bamboleantes al andar
conversando al celular
que por sí ya va caliente.
Pasa presto un caballero
con su traje bien planchado,
y aunque pasa desempleado
va forrado de dinero.
Pasa un niño de la mano
de su madre a carreritas
compungido grita y grita
lloriqueando pero en vano.
Se divisa una pareja
que caminan alelados
“en extremis” abrazados
bajo el sol que los corteja.
Se divisan personajes
conocidos al instante,
abrazados se su amante
camuflados en sus trajes.
Pasan raudos los ladrones
arranchando una cartera
de una doña pordiosera
repletita de ilusiones.
Pasan curas, militares
bajo el sol de tentaciones
mientras crecen las traiciones
en mis propios familiares.
Pasan viejos, pasan niños,
pasan gordos, pasan flacos,
pasan ricos y bellacos
sin afecto ni cariño.