Vacunarnos

La vacuna para contrarrestar, los hasta hoy, efectos devastadores de la pandemia generada por el COVID-19, es el signo de la esperanza de los seres humanos para contrarrestar los efectos de dolor y muerte que deja el virus y que, al aproximarse el año de emergencia sanitaria, el número de muertes y contagiados no se detiene, pero, por otro lado, las irresponsabilidades humanas no disminuyen y no ha podido autoridad alguna detenerlo.

El caos, el desorden y la falta de definiciones coherentes imperan en los líderes y gobernantes que son los primeros, so pretexto, de una recuperación económica que es necesaria y bienvenida, abren las puertas a una incomprendida flexibilización, apelando a la corresponsabilidad ciudadana de cuidarnos y respetarnos entre todos.

Ante esta realidad, la esperanza es la vacuna. Una vacuna, que, hasta el momento solo devela inequidad en su distribución, así lo sostiene la coalición global llamada ‘People’s Vaccine Alliance’ que incluye a las organizaciones Oxfam, Amnistía Internacional y Global Justice Now, quienes en diciembre advirtieron “que nueve de cada 10 personas de países pobres podrían perderse la vacuna contra el coronavirus el próximo año, los 67 países más pobres del mundo solo podrán vacunar a uno de cada 10 de sus ciudadanos el próximo año. Mientras, los países más ricos tendrán suficientes dosis de vacunas para inmunizar, tres veces, a toda su población antes de finalizar el 2021” y añade “que países que representan el 14% de la población mundial han comprado el 53% de las vacunas más prometedoras”.

Según estas revelaciones, Canadá por ejemplo, tiene dosis para inmunizar cinco veces a su población, luego está el Reino Unido, EE.UU. y los países de la Unión Europea. El 96% de las dosis de Pfizer han sido compradas por países ricos, atentando a los derechos humanos de la persona a la vida y salud integral.

¿Qué hacer? No se trata únicamente que los países ricos con su plata compren las vacunas y salven a sus conciudadanos, se trata de ser éticos, responsables y solidarios con todos. Ese enfoque egoísta del “yo primero” deja en riesgo a las personas más pobres y vulnerables y prolongarán la pandemia, las restricciones necesarias y el sufrimiento humano y económico. La OMS, advierte: “El mundo está al borde de un fracaso moral catastrófico respecto a la distribución equitativa de las vacunas contra el COVID-19 y el precio de este fracaso se pagará con vidas y medios de subsistencia en los países más pobres del mundo”.

Recuerdo las palabras del Papa Francisco en el 2018, cuando se dirige a la Pontificia Academia para la vida: “Necesitamos interrogarnos más profundamente sobre el destino final de la vida, capaz de restaurar dignidad y significado al misterio de sus afectos más profundos y sagrados. La vida del hombre, hermosa de maravillar y frágil de morir, va más allá de sí misma: somos infinitamente más de lo que podemos hacer por nosotros mismos.”